lunes, 26 de enero de 2009

Cuentos de Penélope: Conversaciones con su hijo

-Pos yo lo siento mucho por mi apá, estos higaditos le quedaron resabrozos amá.
-Ay muchacho, ya ni me digas, ya sabes lo que pienso de esto...
-Amá, ¡pero no me diga que no lo estraña!
-¡Uy si te dijiera!
-¡Pos dígame, amá!¡Dígame!
-Serénate, muchacho, serénate... tu no sabes destas cosas... pero 'ora verás, te voa dicir... hace munchos, pero munchos años, lo conocí a tu 'apá, era muy buen mozo, alto, fornido, ansí grandote como deben ser los machos... y pos yo tenía lo miyito, que al cabo de la insistencia, y algo de fuerza, pasó a ser dél... justo cuando quedé en estado de usté, mijo, el muy cabrón se desaparició...
-A mí lo que me da muina es que le ande haciendo canciones:

"Penélope, tristes a fuerza de esperar,sus ojos, parecen brillar..."

¿Qué es eso amá?, ¿Qué es eso? ¡Si usté ni se llama "Penélope"!...

Ricardo Rodríguez

domingo, 25 de enero de 2009

Humanidad

Cuando desperté y me di cuenta que tenía pies; me asusté. Los tenía puestos, unidos al resto de mi cuerpo, listos para andar. Asumí que no debía levantarme aún. Preferí volver a recostarme y esperar a que desaparecieran. No sé cuánto pueda tardar, llevo ya algún tiempo y siguen ahí. No me importa, confío en mi teoría de la evolución.


J.V.R.

jueves, 22 de enero de 2009


Cuentos de Penélope: Los muertos hablan

Los muertos hablan Penélope, los muertos hablan. Desde aquí clarito oigo tu voz, se te notan tantas penas, tanto dolor. Cómo hubiera deseado regresar a tiempo, cómo me hubiera gustado estar allí antes de que dejaras de esperarme. Allá donde estás, ¿Quién te dará noticias de mí?, y es que de plano estás relejos, clarito te oigo como si estuvieras en Comala, con la debida licencia de Juanito Rulfo... Han pasado tantos años, han pasado tantas cosas... ¡Ay amor!, esa tierra donde estás, tan viva, tan llena de colores, ¿Cómo hacerte entender que los muertos no podemos ir allá?

Ricardo Rodríguez

sábado, 17 de enero de 2009


Nómada


“Nunca me ató corazón y familia,
errante siempre por gusto a la vida,
no llevo mapa, no tengo prisa…”
Alejandro Santiago

Aun cuando conocía bien que el nómada nunca debe cargar con elementos que evoquen el camino recorrido, aquél día su vista fue cautiva por ese robledal. Había caminado innumerables bosques, montañas, selvas, pero ese árbol en particular apresó su mirada. No conocía el nombre de esa especie, así que dio por llamarlo “recuerdo”. Se sorprendió cuando descubrió sus pequeñas semillas. Encantado con ellas, antes de marchar, tomó una en su mano y siguió su camino. Al paso del tiempo, de su puño –el cual apresaba la semilla- comenzaron a brotar algunas hojas. Sin importarle, el nómada no soltó su “recuerdo”. Siguió andando. Unos meses después, el nómada cargaba en su mano izquierda a un pequeño árbol.

Una noche, cansado de andar, decidió recostarse. Al despertar se dio cuenta que su mano, en la cual llevaba al pequeño robledal, había echado raíz en la tierra sobre la cual la posaba. El nómada no luchó por arrancarla, por el contrario se quedó observándola. Pasaron los días, lentos, uno a uno, se maravilló al ver cómo avanzaba el crecimiento del árbol en relación a su cuerpo que cada vez era devorado un poco más por él.

Ayer terminó por ser tragado completamente.

El nómada ahora habita dentro del tronco de algún robledal en medio de un bosque, todo por no haber sabido llevar a cabo la enmienda básica: “no cargar nunca ni tan solo con un pequeño recuerdo de tu andar, porque tarde o temprano te hará detenerte y vivir para él”.

J.V.R.

jueves, 15 de enero de 2009


Cuentos de Penélope


"Penélope, con su bolso de piel marron,

y su zapatos de tacon y su vestido de domingo"
Algún mentiroso



Hay algo que debemos precisar antes de seguir hablando de Penélope. Era mexicana. En realidad nunca esperó a nadie, por que era mexicana. Y eso del "bolso de piel marrón", házme el chingado favor... hubiera querido tener cuando menos un bolso, eso, eso no se podía llamar bolso, un amarre hecho con unas tiritas de lino que encontró en la retacería. El día que compró uno, era pirata, de esos de "Dolche Gavana".

Mira, lector, te lo digo en serio, ¿de dónde una pinche criada iba a tener pa' zapatos de tacón?, Ora, ¿Qué es esa chilada de "vestido de domingo"? No, no, y tres veces no. Todos, todos, todos y tres veces todos sabemos que en la Alameda no se usa llevar vestido, se viste pantalón de mezclilla, entre más feo el color, y más resaltadas las costuras, mejor. Yo ya estoy hasta el gorro de que se hable así de Penélope. ¡Por Dios!, como si esperar como tonta hasta volverse loca fuera alguna virtud. Pinche Penélope, no me quiso esperar.


Ricardo Rodríguez


Conversaciones

Ayer hablé con Walt Whitman y me dijo cosas maravillosas, ocultas, sublimes, elevadas. ¡Qué ser iluminado!, ¡Qué portento de mente!,¡Oh, gran espíritu!. Es una pena que yo no hable ni entienda el inglés.


Ricardo Rodríguez

miércoles, 14 de enero de 2009


Silencio

Alguna vez me contaste que siempre se te ha dificultado decir “no”, por eso has adoptado un sinnúmero de formas diferentes para dar una negativa cuando la requieres. La última que emprendiste conmigo fue no contestar más mis llamadas. Por eso, mañana te lib(e)raré de tu problema, te ensañaré a mantenerte firme en un mudo y eterno no, mañana te preguntaré si quieres morir.


J.V.R.

sábado, 10 de enero de 2009

A 55 años de Fahrenheit 451
o
¿A qué temperatura se inflama un pdf?


Fahrenheit 451:
La temperatura a la que
el papel de los libros se
inflama y arde.

Si os dan papel pautado,
Escribid por el otro lado.
Juan Ramón Jiménez

Epígrafes de la novela
Fahrenheit 451 de Ray Bradbury



En una sociedad futura, la felicidad es un derecho que el gobierno debe salvaguardar, cuando se admitió que los libros no ayudaban a la felicidad, se prohibieron. En este tiempo las casas están protegidas contra fuegos involuntarios, así, los bomberos han dado un giro a su oficio, ahora se dedican a esperar alertas telefónicas que adviertan la posibilidad de casas con libros para acudir a ellas, registrarlas y al descubrirlos, incendiarlas.

Un día, Montag -un bombero- se encuentra con Clarisse, una adolescente que apunta hacia el aspecto humano de éste, despertándolo y haciéndolo cuestionarse si es feliz realmente, si está enamorado o si sabe algo de las demás personas. Sacudiendo así definitivamente a Montag, que después de este encuentro decide comenzar a leer libros que él mismo roba en su trabajo, convirtiéndose de este modo en un delincuente.

Este es el argumento de la novela Fahrenheit 451 del escritor norteamericano Ray Bradbury, un libro que nos propone aventurarnos en la denominada ciencia ficción y a partir de esta, mostrarnos nuestro mundo “real” lleno de censura, poca crítica, un gobierno totalitario pero democrático, una sociedad feliz pero en guerra constante, un mundo que aunque bien puede apuntar a un símil de la propia sociedad norteamericana de los años cincuenta en que fue escrito, cada vez se vuelve más vigente, y no solamente para Norteamérica, sino para el resto del mundo que se asemeja a esta cultura.

Un claro ejemplo de la situación en que se vivía en EUA es que la novela fue publicada por vez primera entre 1953 y 1954 en los números dos a cuatro de la revista Playboy ya que ninguna editorial se animó a publicarla por la época política se temía editar –paradójicamente- algo que tratara acerca de la censura (¡Censurar a quien dice que hay censura!).

Si bien, la sociedad futura que profetiza Bradbury era una crítica en su momento a la sociedad norteamericana en que la televisión comenzaba a desplazar a toda forma de entretenimiento e incluso relación con la gente, ya no digamos el hábito de lectura, ahora también, como es costumbre, tiende a mostrarnos a poco más de medio siglo de su gestación en la cabeza del escritor, una realidad que comienza por instaurarse, ya deja de ser ese exceso absurdo para dar paso a una posible realización.

La fuerte crítica que lanza en esta novela Bradbury, abarca desde la censura a la libertad de expresión, la persecución a quien ose cuestionar las normas fácticas hasta el retrato de las personas embutidas en tecnologías que dan felicidad aunque no sepan qué es esta o la marginación al intelecto de manera voluntaria y autónoma por parte de la sociedad, y todas estas se tornan con el paso de los años más reales que entonces.

¿Pero es realmente la tecnología la culpable del embrutecimiento masivo de todos?, ¿los libros por sí mismos son más valiosos que la televisión?, ¿la única solución radicaría en parar los avances tecnológicos para así dar paso a la verdadera felicidad de cada ser humano con la naturaleza? Por supuesto Bradbury no es tan ingenuo, los libros es su novela son los representantes simbólicos del intelecto, la rebeldía, la libertad, el cuestionarse, la crítica. Las preguntas anteriores son respondidas conforme se despliega la magnífica trama que teje el autor, para hacernos entender que no es un simple elogio al papel escrito, sino a las ideas, los pensamientos y la razón. Por eso al final de su novela termina por enseñarnos la transmutación de los libros en humanos, es decir, no importa la representación sino a lo que representa.

Tomando esto último como referencia, cabe dejar de lado los lugares comunes en que se cae al criticar a las tecnologías actuales, por ejemplo al internet que parece ser el nuevo demonio a vencer dejando atrás cada vez más a su rival la televisión. Pero estas tecnologías no son malas per se sino únicamente en relación con nosotros.

Dice un viejo refrán “el mejor compañero ante la adversidad es un libro” pero ¿sería osado o erróneo pensar en que en un futuro sea un pdf? En vez de saltar inmediatamente a la defensa del papel, es también oportuno plantearse la posibilidad de que haya algún momento en que no sea necesario tener más libros físicos, es decir, en vez de criticar este tipo de tecnologías y aferrarse cual niño de seis años a su chupón, también es pertinente pensar que quizá en un futuro (por no decir que ya es así) el internet desplace casi por completo a nuestra comunicación, la información se contendrá en su totalidad en computadoras, es algo que no puede ya pararse, la pregunta es qué hacemos para no terminar embutidos en tecnologías embrutecedoras que nos dan videojuegos, películas que buscan la alienación, la enajenación total o el aplastamiento de la crítica social. La labor que queda es hacer uso de ellas, echar mano de los adelantos, utilizar el internet para la difusión de la expresión, los archivos pdf para la adquisición fácil y tal vez gratuita de un “libro”.

No es posible frenarse ante los adelantos, menos aun pedir un retroceso, la única alternativa es caminar junto a ellos poniéndolos al servicio de la educación, la liberación de la mente, la crítica.

Si no hay espacios en la televisión para aparecer y decir nuestro pensar, en la radio para hablarlo o en los periódicos y revistas o grandes editoriales para escribirlo, hoy se puede hacer en el espacio virtual y decir desde ahí, hacer desde ahí. Si a 451º Fahrenheit arde el papel del libro, ¿a qué temperatura lo hace un pdf? Quizá sea necesario otro tipo de bomberos para incendiar una biblioteca de estas.

Hace más de 55 años vio la luz esta novela, y hoy nos arroja nuevas preguntas, por eso es imprescindible remitirse de vez en vez a escritores como Bradbury que saben leer en la cultura lo que ésta escribirá.


José Vieyra Rodríguez

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Descargar Fahrenheit 451 en formato pdf.

miércoles, 7 de enero de 2009

Falacia lógica machista


Si ...
"sabemos que un gramo se siente como un kilo",
entonces diez centímetros se sienten como un metro.


martes, 6 de enero de 2009


Lo más absurdo de lo absurdo,
—dice el Maestro—,
lo más absurdo de lo absurdo,
¡todo es un absurdo!
Libro de Eclesiastés, La Biblia
(Dios, derechos reservados, Editorial Eternidad)


El nacerá, crecerá y se llamará, digamos... Krod. Será alguien a quien la vida no le causará ningún miedo, ninguna excitación, ni mucho menos, alegría alguna. Y digo se llamará, por que sus padres lo nombrarán Juan, pero sin importarle que sus viejos hayan elegido su nombre, lo cambiará a... esa cosa aberrante. Un día encontrará una razón de vivir, le amará y le entregará la vida y querrá, sin la menor duda, volver a su prístino nombre. No podrá. Habrá hecho su vida esperando satisfacer las expectativas de los demás, por lo tanto, no habrá vivido.


Ricardo Rodríguez

domingo, 4 de enero de 2009

Carnicería


"La condena moral del canibalismo implica
o bien una creencia en la resurrección corporal,
que quedaría comprometida por la destrucción material del cadáver,
o bien la afirmación de un vínculo entre el alma y el cuerpo
y el correspondiente dualismo"
Lévi-Strauss


Hay incluso quien dice que desde el comienzo de las primeras sociedades en forma de tribus, existió el negocio que se asemejaba a lo que hoy llamamos carnicerías. Tendría que admitir que suena lógico cuando se sabe que la alimentación es una necesidad humana, así, en los tiempos que me ha tocado vivir, la exhibición de diversos y suculentos cortes de carne para el consumo humano son cada vez más frecuentes.

He leído en algún lugar que el nacimiento de este negocio propiamente como lo conocemos ahora no se aleja hasta los mitos cavernícolas de los que he hecho referencia hace un momento, lo adjudican incluso apenas al siglo pasado. Tampoco suena disparatado, es imposible concebir tal como ahora lo hacemos a este negocio hace más de cien años, la tecnología definitivamente ha venido a dar la culminación de aquello que se gestó desde mucho tiempo atrás.

Sin embargo, es definitivamente inaudito en lo que se ha convertido, quizá sería tan sólo cuestión de remontarse unas décadas para que fuera imposible pensar en la ternura, frescura, belleza, en lo apetecible y suculento que hoy encontramos frente a nosotros, consumidores.

Según me han dicho expertos en el tema, los interesados en el perfeccionamiento de las carnes en la actualidad se sirven de los artilugios científicos para lograr su conservación por el mayor tiempo posible, e incluso han logrado por medio de diversas técnicas devolver a un estado perfecto aquella pieza de carne que parecía estar condenada a salir de la venta.

De hecho, la tecnología también ha incursionado en la estética del establecimiento, la temperatura adecuada, las luces pertinentes, la colocación y demás detalles son cuidados rigurosamente en aquellas carnicerías a las que soy asiduo.

A como va todo esto, creo que pronto será posible que se utilice la manipulación genética y con libre consentimiento de todos (¡incluso de la madre!), para tener la certeza de obtener una mejor mercancía llegado el momento.

Como es natural, ante toda actividad siempre habrá quien se oponga, por lo que ya no es nada raro encontrar vegetarianos, que incluso proclaman su costumbre como si fueran poseedores de una moral mejor que la de uno, cuando, siendo sinceros, sabemos que el consumo de carne es de lo más normal, de hecho vamos por la calle e inconscientemente pensamos que todo el que está a nuestro lado es un carnívoro.

El nombre de la carne, claro está, varia según la localidad, lo que para los argentinos es “marucha” o “paleta” para los americanos es “chuck”, o lo que éstos últimos llaman “round” los primeros lo simplificaron bastante al nombrarle “nalgas”.

Los gustos, aún más que los nombres, fluctúan. Esto ya no se circunscribe a la localidad o al idioma, pueden ser tan variados como de persona a persona. Así, hay quienes no pueden más que pensar en el cuadril, otros lo acompañan con pescuezo, quienes abiertamente se consideran simples, prefieren las pechugas, hay otros que la pierna es algo que no pueden omitir en su dieta. A título personal creo no tener una preferencia muy marcada, soy lo que han dado por denominar, ecléctico.

Ahora bien, la preparación de cada corte de carne para su consumo tiene infinidad de variantes, es una vez más, una cuestión de regionalismos y gustos.

La semana pasada, la última vez que visité una carnicería, me sorprendí al ver cuánto dinero se manejaba en aquél lugar. Los clientes entraban, iban y venían sin otra cosa en la cabeza que carne, carne y más carne. Había quienes, claramente podrían haber gastado una fortuna en llevarse lo que para ellos era lo mejor que ofertaban. En aquél lugar había de todo, desde tremendas reses que paradas medían más de dos metros, hasta pequeños cortes que invitaban a una tentación un poco más secreta. Había todo tipo de carne; natural, otra claramente manipulada por la ciencia, alguna con gran cantidad de grasa pegada y otra que parecían vender más sabor que cantidad.

Definitivamente, aunque reconozco mi preferencia y vicio por la carne, he decidido no volver ahí pronto. Por momentos me asqueó ver aquella gente con dinero en los bolsillos y una mirada perversa al entrar a ese lugar, al disfrutar ver aquellos trozos de carne bailar mientras se quitaban poco a poco lo que quedaba de piel cubriéndolos, había quienes con dinero ya en mano se alzaban para pedirle al tablajero que bajara al pedazo de carne y lo sentara junto a ellos, entonces por un poco más de monedas le daban una copa, lo acariciaban y besaban, lo estrujaban contra sus cuerpos y lo olían fantaseando en que lo comían, quizá muchos de ellos lo harían en un poco más de tiempo, les gusta la preparación.

Yo, aquél día, sólo entré a mirar el burdo espectáculo que se ofrece diariamentre en la carnicería, que según me han contado algunos amigos extranjeros, en algún otro país le dan por llamar table dance, no estoy seguro de que ello sea cuestión solamente de nombre o realmente haya alguna diferencia, en este aspecto, confío en mis allegados.

J.V.R.

viernes, 2 de enero de 2009


Nuevas Caras

Cuántas veces se rió tecleando "ja-ja-ja", sin una sonrisa en su boca... su vida, monótona a la vez que febril, transcurría día a día, minuto a minuto y nano-segundo a nano (eso, eso...), frente a un computador. Se desesperaba al mirar por la ventana, al no poder salir, no poder comprender lo que allá afuera ocurría. Un día, como tantos otros, entendió que no estaba solo, había millones como él, y que gracias a una ventana llena de iconitos, se mantenían vivos... Así, comenzó a vivir, lleno de un entendimiento nuevo, ante nuevas formas de vida, lo único era entenderlas o seguir muriendo.


Ricardo Rodríguez

jueves, 1 de enero de 2009

Noche vieja




Casi al amanecer, cuando pareció que la plática al igual que la juerga habían terminado, sentados en el vestíbulo, ella dijo:

–Venga ya, ¿qué quieres? ¿que te pague?
-¿De cuánto estamos hablando?- Repuso seguro de él mismo.
-La verdad es que no te pagaría por sexo.
-Y yo no te cobraría.

Se levantaron, salieron del vestíbulo y se marcharon cada quien a su habitación.


J.V.R.