martes, 7 de abril de 2009


Epístola


Noche del martes 16 de diciembre de 2008;

.......: (en la carta original no aparece nombre de destinatario, hemos reproducido el espacio en blanco siendo fiel a su original)

Hoy, después de tanto tiempo, nos hemos reencontrado. Quizá el término no sea el adecuado, ¿puede llamarse reencuentro a un encuentro entre dos personas diferentes? Porque -lo sabes- no somos los mismos. ¡Cuántas veces dudé de los verdaderos cambios! Pero ahora, también lo sabes, se me devuelve mi escepticismo volcado en nosotros mismos.

Alguna vez escuché que la palabra persona etimológicamente proviene del griego προσοπον que significa máscara, por lo que –intento justificarnos- nos mostramos hoy nuestras nuevas caras, máscaras recién adquiridas para la ocasión.

Tristes formas de vernos, la nostalgia nos invadía, “sobre recuerdos nada puede edificarse” me dijiste, razón tienes que tener, pero demolerlos o mantenerlos como referente tampoco pueden ser las únicas alternativas.

Hace unos días, mientras estaba en casa, una canción sonaba, era de aquél tío tuyo, el argentino. “No me pidas que me quede si por andar te he encontrado” decía la voz cansada y grave del cantautor, imposible me parece evadirme de la sentencia. No sé si te conté, fui a verlo hace poco al teatro, ¡ah! ¡el teatro! ¡Cuánto nos dio ese mágico espacio de fantasías, historias y personajes! A veces, por temor a la memoria, prefiero no ir. Más de una oportunidad he dejado de asistir por no volver a ver ese entablado, profanar a mi propio pensamiento no es lo ideal, por lo tanto, intento acudir acompañado, así las distracciones son fuertes como para no recordarte todo el tiempo, además

Aquí se interrumpe el manuscrito original, esta carta fue encontrada entre papeles de su escritorio, al parecer se olvidó de terminarla, algunos asumen que pudo haber sido desinterés.

J.V.R.

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