martes, 14 de abril de 2009


Los intelectuales


por José Vieyra Rodríguez


“En un lejano lugar retacado de nopales
había unos tipos extraños llamados intelectuales
se la pasaban leyendo para ser sabios y doctos
pues no querían seguir siendo vulgares tipos autóctonos
…y entre tanto pensamiento, análisis y estructura
decían conocer la neta y hasta también la locura
pero al llegar a su casa peleaban con su mujer
sintiéndose de otra raza nunca daban pa’ comer”
Rockdrigo González



Cuando se quiere ser “contestatario social” pueden darse cientos de argumentos para generar (a veces sólo para mantener) una crítica en contra de los medios de comunicación, los deportes, los comics, los artistas “pop” y demás iconos y formas culturales que según intelectuales entendidos (quizá sólo entre ellos mismos) son formas de mantener la opresión y control de masas a través de entretenimiento enajenante que propicia únicamente la creación de una masa uniforme sin pensamiento propio, y por ende, de estúpida forma de vida.

Ahora, cualquiera que tenga ánimos de volverse un “rojillo” o un “intelectual de izquierda” basta voltear a ver la televisión y denunciar la hipocresía y forma de control mental, el fútbol y la enajenación de masas, las novelas y la repetición de figuras femeninas, los juguetes y su creación de “género” a través de los soldaditos para los niños que generan violencia y las cocinitas para las niñas y su creación de roles femeninos acorde con la visión clásica, los videojuegos y su formación de nuevas realidades virtuales alejadas de la convivencia social, el internet y su manera de aislar al individuo, la ciencia y su saber imperante que dicta el nuevo orden y creencia…

Es sencillo volverse un reaccionario del sistema, quienes así se consideran también se pueden autoetiquetar desde anarquistas o hippies hasta feministas, sociólogos o ¡filósofos!

Dependiendo del interés y punto de apoyo que tomen, será su discurso, así termina toda la cultura (incluso la Universidad, de donde la mayoría provienen aunque muchos ni siquiera la terminan), siendo un mero reservorio de porquería; la televisión, los juguetes, la política establecida, el modelo educativo, los libros best seller, los artistas más reconocidos, el cine comercial, los deportes, la religión, y en resumen, todo lo que no sean ellos.

Lo que quizá pasan por alto todos estos pensadores de buenas intenciones (quiero creer) es que ellos mismos son parte del gran juego social que tanto denuncian, es decir, apuntan hacia lo trágico y denigrante de la sociedad, apuntan y evidencian la necesidad de una identificación imaginaria de todos los sujetos con algo o alguien, mejor dicho, con otros (los iguales). Es cierto todo ello, pero habría que agregar que ellos mismos están a la vez subordinados a cierta identificación imaginaria de “pensadores de izquierda”, “filósofos” o como quieran llamarse; todos ellos con pelo largo, barba mal arreglada, trabajos mediocres (pero dentro del mismo sistema que tanto critican), o las mujeres con faldas de colores o bien con una imagen “masculinizada” evidenciando su desinterés por parecer femeninas.

Se reúnen en cafés bien conocidos por ellos mismos, para ya entrada la noche volar hacia la cantina de mala muerte y desde ahí, con una cerveza y un porro creerse libres e intercambiar sus mismas ideas recicladas desde hace décadas, identificándose ellos también con Marx o el Che, quizá los más informados en los temas actuales con Foucault, o ¿porqué no?, con Simone de Beauvoir, y pasan las noches sin proponer nada nuevo pero ideando el nuevo mundo, sin poderse voltear a ver ellos mismos y descubrirse tan iguales, como espejos en el mejor de los casos, como malas fotografías en la mayoría de ellos, de reconocidos “intelectuales”, sin poder ver su propia identificación imaginaria y, al menos aceptar, que tanto ellos como nosotros; los demás, la requerimos para darnos identidad, y que esta a su vez está sometida a la identificación simbólica que nos permite mantenernos socialmente funcionales, pues si se nos arrebatara esta imagen se cae también la función que tenemos, si simplemente se nos quitara, quedaríamos sumergidos en un mar de sin-sentido, siendo aun menos sujetos que lo que éramos viendo futbol los sábados en el estadio o leyendo a Marx por las noches.

Los intelectuales, esos que existen gracias a lo que critican. Para su permanencia, ojalá nunca cambie realmente el sistema.

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