miércoles, 22 de abril de 2009


La cosa fue así...

Ayer me perdí en la ciudad donde vivo. La ciudad la atraviesa
un río, ancho, grande, con mucha agua. Yo sabía de antemano
que en este río vive una estatua, y por azares de las calles fui
a dar a donde esta estatua vive. Me bajé del auto, caminé al
lado del río hasta llegar al monumento.

A manera de homenaje encendí un cigarrillo,
puse una canción en mi mp4 tipo aypo
con tecnología Sony japonesa y me senté a ver la mole de bronce.

Mientras sonaban las melodías que la estatua tocaba
mientras solía vivir como nosotros, los humanos, cerré mis ojos
para imaginarle tocando esas seis cuerdas que me atraviesan
siempre como seis espadas. En mi éxtasis, veía a un vago caminar,
un muchacho joven, sucio y rubio que cargaba unos tambores y
dos morrales llenos de ropa igual de sucia, pero no tan joven.
El vago se detenía en cada árbol que veía, se acercaba, lo apreciaba
y si había oportunidad tomaba una ramita y la guardaba en uno
de sus morrales. Al llegar a la estatua, caminó unos pasos adelante
arrancó una flor, regresó a la estatua y con mucha dedicación y cuidado
la puso en la mano izquierda del ahora occiso. Se dió media vuelta
y se marchó.

Unos ofrecemos cigarrillos, otros ofrecen flores, pero siempre
lo mejor que podemos. Caín no era tan malo ni Abel era tan bueno...
Pero Stevie, Stevie... tú eres el mejor.


R.R.V

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