lunes, 4 de mayo de 2009


Un simple pollo amarillo...


En lo personal, siempre me han gustado los pollos, me parece que son animalitos de muchos huevos, en todos los sentidos... tienen un caminar bastante curioso y cuando están chiquitos las plumas parecen pelos, entonces parecen unas pequeñas bolas de pelos y todos sabemos lo que se debe pensar de una buena bola de pelos amarilla y con piquito (en general, casi cualquier bola de pelos es de considerarse).


Bola de pelos ilustrativa

Cuando yo era niño tuve un pollito, más bien, había un pollito que una vez tuvo la fortuna de que yo lo tuviera, era amarillo, pero como los pollos amarillos no vendían en aquella época, los genios comerciantes que convencieron a mi papá de que me lo comprara lo habían pintado ni más ni menos que de azul, así que ahora me encuentro perdido tratando de elaborar un discurso medianamente coherente al respecto de los pollos.

La cosa fue que de azul y pequeño, el pollo se convirtió en amarillo y grande, no sé a ciencia cierta si el pollo se convirtió o se despinto, aún no soy tan escéptico como para discurrir por las turbias aguas del método científico pollístico...

Un día, al llegar a casa en aquel vochito blanco que tenían mis papases, me dí cuenta que algún ser malvado y sin escrúpulos se había robado mi pollo, y el problema fue que el sucio ladrón nunca, nunca, nunca se dió cuenta de la confusión que me causaba que se hubiera robado mi pollo, por que ya nunca supe ni sabré si lo que me robaron fue un simple pollo amarillo o mi fabulantástico y excelentífico pollo azul...

Ricardo Rodríguez

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