sábado, 1 de marzo de 2014

Luciérnaga y sombra


Cuando salí
por fin conocí la noche.
Estaba harto del sol que vislumbraba
y enceguecía por doquier desde mi ventana.

Al poco tiempo,
encontré la forma de ver entre la obscuridad,
me regocijó saberme acompañado en mi aventura,
si bien es cierto que eran menos los nocturnos,
también es cierto que eran una especie de cofradía
que me amparaba por el simple hecho
de haberme aventurado a estar allí.

Aprendí,
pero,
estoy ahora lleno de miedo.
He sabido cómo mirar entre las sombras
y no quiero perder la capacidad de observar en el día,
de maravillarme con la ilusoria vista de lo superfluo.

Ayúdame a mirar nuevamente:
luciérnaga de la noche,

sombra del día. 

miércoles, 21 de agosto de 2013

Trascendencia


Perdí mis uñas, no me importó, sería mejor ya no poder rascarse hasta sangrar. Cuando comenzaron a caer cada uno de mis dedos, me dije que ya no habría forma de señalar al otro y continué. El pie derecho un día sin más, se quedó detrás de mí, al siguiente paso, el otro, ¡qué más da, ya no pisaré a nadie más! Cuando la piel se desgarró y la carne viva palpitaba fuera, pensé que experimentaba un dolor que pocos podrían jactarse de haber vivido, sonreí. Vi la descomposición de mi cuerpo en estado avanzado, a la vez que me observaba revivir en cada insecto, organismo y gusano que se alimentaba de mí. Quizá la trascendencia es falsa, un engaño racional, pero si fuese así, no se podría explicar porque esto lo piensa una flor que creció en el suelo en el cual hace tiempo un cuerpo se descompuso. 





lunes, 20 de junio de 2011


La última caballerosidad


Cuando llegó la hora del juicio final, los hombres gritamos: ¡niños y mujeres primero!


J.V.R.

miércoles, 21 de julio de 2010

Mujer ideal


Era hermosa, elegante, sofisticada... era una puta.



.

Argumentos de autoridad


Y el insensato se dio cuenta que para vituperar más fuerte era necesario abrir más la boca y cerrar los oídos.



viernes, 16 de abril de 2010



Un lapsus Gordillo


Y se engendrará de tal suerte el tipo síntesis

que ha de juntar los tesoros de la Historia,

para dar expresión al anhelo total del mundo […]

allí se consumará la unidad por el triunfo del amor fecundo,

y la superación de todas las estirpes.

José Vasconcelos. La raza cósmica (1926)


El día de ayer 15 de abril la líder del SNTE, Elba Esther Gordillo, cometió un lapsus linguae al referirse al lema de la Universidad Nacional Autónoma de México. La líder sindical dijo “"Por eso, como dice el lema de la Universidad, por mi ra... por mi raza hablará mi espíritu...y no dejemos de eso ya, sigamos con ese espíritu de raza para ser cada día mejores en un mundo global". Al término de su discurso, el rector de la UNAM José Narro Robles corrigió a la maestra diciendo que el lema de la Universidad es “por mi raza hablará el espíritu”.


Cabe destacar que no es la primera vez que comete un lapsus de manera tan evidente. El mes de agosto de 2009 se refirió a la influenza AH1N1 como “influencia AHLNL”.


En cuanto al lema de la UNAM es importante señalar que fue acuñado por el ilustre intelectual mexicano José Vasconcelos, quien fue rector de la misma entre los años 1920 y 1921. De hecho fue en abril de 1921 cuando postuló el lema “por mi raza hablará el espíritu” además también propuso el escudo de la institución. Años más tarde, escribió La raza cósmica (1926), obra filosófica con tintes utópicos en que plantea que según los designios de la historia, es necesario que llegue un momento en que aparezca una quinta raza que sea la síntesis de la humanidad, pues la historia misma “ha puesto las bases materiales y morales para la unión de todos los hombres en una quinta raza universal, fruto de las anteriores y superación de todo lo pasado”, dicha Raza Cósmica creará una Universópolis desde donde se dará la buena nueva al mundo pues “la vida fundada en el amor llegará a expresarse en formas de belleza”, en esta obra repitió el lema otorgado a la UNAM. Añadamos que para Vasconcelos, la raza a la que pertenecemos actualmente es una fusión, es la “raza iberoamericana”, es decir, Vasconcelos no considera al término raza en términos peyorativos o discriminatorios, sino como grupo con características comunes que muestran cierta tendencia hacia un objetivo histórico, la fundación de la Raza Cósmica.


Dicho lo anterior, es posible ahora regresar al lapsus cometido por la líder vitalicia del SNTE, y siguiendo el método que nos ha enseñado Sigmund Freud desde las lejanías del año 1901 en su libro Psicopatología de la vida cotidiana, no hagamos caso omiso de aquello que ha salido a la luz gracias al lenguaje, prestemos, pues, oídos y desmenucemos lo que nos dijo Elba Esther, más allá de ejercer nuestro juicio común y vituperar contra ella insultos y degradaciones, consideremos a lo que nos otorga como una posibilidad de comprender su subjetividad y verdaderos deseos.


Así pues, consideremos la primera parte de su frase en que nos dice “por mi raza hablará mi espíritu”. Y es que cómo negar que precisamente lo que apareció en este lapsus es su propio deseo de considerar a “su espíritu” como el ente que es capaz de tomar la palabra por cerca de un millón quinientos mil afiliados, ¿acaso no es precisamente lo que ha intentado hacer desde 1989 en que tomara posesión como presidente del sindicato? Aquí, podemos observar que aquello que emerge no es ni siquiera un hecho contundente, sino el deseo de hablar por todos los maestros mexicanos, de hablar por su “raza”, aun cuando gran cantidad de maestros estén en contra de la política que lleva a cabo la presidente.


Continua Elba Esther Gordillo diciendo “y no dejemos de eso ya, sigamos con ese espíritu de raza para ser cada día mejores en un mundo global”. Sobra decir la mala utilización de los términos raza y espíritu que realiza la maestra, pues mientras –como vimos– raza no es utilizado en forma vulgar por Vasconcelos, por el contrario, hace referencia a “la raza cósmica, en la cual se fundirán las dispersas estirpes y se consumará la unidad”, sin embargo para Elba Esther no es más que el “ser buena gente”, es decir, “ser raza”, además utiliza el término espíritu como aquella personalidad o carácter que marca y demarca, mientras que espíritu en filosofía –disciplina nada ajena a Vasconcelos– se refiere al ser inmaterial dotado de razón, de aquí la utilización de la tercera persona del singular, “el espíritu” (impersonal), en tanto que en el Sindicato quien habla es un espíritu en primera persona: la maestra Elba Esther Gordillo.


Por supuesto el lema de la Universidad no dice aquello que expresó la presidente del SNTE, pero quizá debiéramos tomar al pie de la letra lo que nos ha dicho y pensar que para ella su lema de la universidad (lo universal) es que “por los maestros hablará ella”.


Ante tan desoladora interpretación, quizá sea pertinente releer a José Vasconcelos y recordar que “sólo un salto del espíritu, nutrido de datos, podrá darnos una visión que nos levante por encima de la microideología del especialista”, el inconveniente es que sigue pareciendo tan lejano como en aquél 1926 en que se publicara por primera ocasión.



sábado, 20 de marzo de 2010

Autobiografía fallida

El escritor de novelas policiacas leyó la noche anterior aquella aseveración en una revista de circulación local: "nadie puede escribir por anticipado su autobiografía". Le pareció ingenuo el autor de dicha máxima. "¡Qué desdichado el escritor que no es capaz de descubrir aún la suya!"-pensó- así que se aventuró a buscarlo y lo asesinó.

J.V.R.

martes, 20 de octubre de 2009


Bastardos sin gloria;
Los hijos ilegítimos en la búsqueda del goce robado



por José Vieyra Rodríguez




Nota
: Este artículo contiene información sobre el argumento y trama de la película, por lo que puede ser considerado como spoiler, queda en consideración del lector seguir con su lectura.



Sinopsis
Durante la ocupación alemana de Francia, Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) presencia la ejecución de su familia a manos del coronel nazi Hans Landa (Christoph Waltz). Shosanna consigue escapar y huye a París, donde se forja una nueva identidad como dueña y directora de un cine. En otro lugar de Europa, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) organiza un grupo de soldados judíos para tomar represalias contra objetivos concretos. Conocidos por el enemigo como “The Basterds” (Los bastardos), los hombres de Raine se unen a la actriz alemana Bridget Von Hammersmark (Diane Kruger), una agente secreta que trabaja para los aliados, con el fin de llevar a cabo una misión que hará caer a los líderes del Tercer Reich. El destino quiere que todos se encuentren bajo la marquesina de un cine donde Shosanna espera para vengarse…


El afamado director Quentin Tarantino nos muestra en esta ocasión con su Inglourious Basterds (2009) una visión divertida, entretenida, visualmente impactante pero igualmente distorsionada y poco creíble de la ocupación Nazi en territorio francés durante la segunda guerra mundial, una mezcla nada sorprendente conociendo el sello ineludible del guionista y director de esta película, sin embargo, precisamente el agradecimiento a este director es por su afán de fantasear intencionalmente con la realidad consabida, más que intentar mostrarnos una verdad histórica, como lo han querido otros cineastas, pues aun así, esta ficción nos puede mostrar diversas verdades en nosotros mismos.

En diversos sitios de internet no tardaron en aparecer alabanzas y críticas al nuevo film de uno de los últimos directores considerados de culto de los Estados Unidos. Sin embargo, omitiendo un análisis de la película en su aspecto puramente artístico y cinematográfico, también se puede inquirir e intentar descubrir, aun sea un poco, la fantasía implícita en este largometraje, puesto que un comentario asiduo en las reseñas es que pese a ser una película norteamericana, la perspectiva del director se sustrae de la visión sesgada y tendenciosa común en los films de ese país que abordan la segunda guerra mundial, de hecho un eslogan de la película es “nunca has visto la guerra, hasta que la veas a través de los ojos de Quentin Tarantino” ¿es posible verdaderamente ver algo más de la segunda guerra mundial que los clisés prefabricados y llevados hasta el hartazgo en sinfín de películas sobre ella? ¿un director puede sustraerse de su propia ideología en la que, quiéralo o no, está imbuido?

Uno de los comentarios repetitivos es que Tarantino se cuidó de no vanagloriar a los norteamericanos como los salvadores del mundo, además de mostrar un lado igualmente cuestionable por parte de algunos judíos, quienes sin remordimiento podían ser al menos igual de crueles que los alemanes nazis. Detengámonos un momento aquí, y antes de seguir en esta línea retomemos el nombre de la película, la cual hace referencia a un grupo de soldados norteamericanos que tienen entre sus filas a varios inmigrantes de ascendencia judía, comandados por el teniente norteamericano Aldo Raine (Brad Pitt), este grupo de judíos está dispuestos a regresar al viejo continente y cobrar venganza contra los alemanes, además a este grupo se le une la actriz alemana Bridget von Hammersmark (Diane Kruger) quien traicionará a los alemanes a favor del término de la guerra. Por supuesto, algo evidente salta a la vista, si tomamos al nombre de la película entendemos que la trama central gira en torno de los bastardos, es decir, hijos ilegítimos de un padre reconocido, son los hijos que degeneran el origen y naturaleza de la raza. Pero estos hijos bastardos buscan algo en particular, la gloria que buscan es la muerte del padre. No perdamos esto de vista para retomarlo en nuestro segundo escrito.

Ahora bien, regresando un poco, supuestamente la película logra saltar los límites políticos que podemos encontrar en una filmación sobre la guerra, es decir, no toma evidentemente partido sobre algún país, una raza o religión en particular, sin embargo lo hace de la manera que probablemente sea tan evidente que quizá a más de uno se le ha escapado, es decir, invierte los papeles la mayoría del tiempo, así, las escenas más violentas, crueles y sangrientas se logran llevar a través de los judíos, quizá omitiendo el primer capítulo en que el Coronel nazi Hans Landa (Christoph Waltz) mata a la familia de la joven Shosanna Dreyfuss (Mélanie Laurent) en Francia, el cual por cierto es muy bien logrado por la tensión psicológica que se logra imprimir, más que por la muestra visual de violencia, pero ¿qué pasa ante el espectador que no logra enjuiciar brutalmente a los bastardos por su comportamiento? Tarantino lo sabe, juega con los fantasmas personales, con esa imagen ya preconcebida y difícil de suprimir de los alemanes como crueles seres despiadados que merecerían al menos el mismo castigo, el director no necesita retomar y poner en balance la crueldad de ambos, eso ya está hecho en el concepto difundido oficialmente de los alemanes.

Ahora bien, si la película es bien lograda, es precisamente por el juego con la fantasía que lleva implícita, omitiendo incluso el hecho de la muerte de Hitler en manos de los bastardos y el término de la guerra en un cine (significante que cobra valor dialéctico en la película, en tanto es usado en función de la propaganda fascista así como lugar redentor del ser humano).

Una pregunta pertinente hasta aquí es porqué los bastardos buscan la venganza de la misma manera, es decir, su partida hacia Europa no es con el objetivo de terminar la guerra o matar al Tercer Reich, de hecho el Teniente Raine hace su aparición en el film reclutando a sus bastardos y comentándoles “miembros del partido Nacional Socialista conquistaron Europa mediante asesinatos, tortura, intimidación y terror, y eso es exactamente lo que les vamos a hacer[…] dejaremos atrás los cuerpos de sus hermanos, destripados, desmembrados y desfigurados; y en ellos encontraran la evidencia de nuestra crueldad”; es el antiguo proverbio de ojo por ojo y diente por diente, es fácil comentar que eso lo que se merecen los alemanes, pero verdaderamente ¿porqué castigar el crimen con el mismo crimen? La medición es con la misma vara, pero cabe preguntarse también, ¿acaso no es esta la posibilidad de llevar a cabo la crueldad de forma justificada, con derecho y sin remordimientos?, es decir, es la posibilidad de gozar de ella con autorización del superyó, o peor aun, con el mandato superyoico.

Comencemos pues a adentrarnos en nuestro interés, ya que precisamente los Bastardos sin gloria, nos permiten poner en práctica una crítica de nuestra manera de gozar. Así, sigamos al filósofo esloveno Slavoj Zizek en la argumentación de su libro El acoso de las fantasías (México. 2007) en el cual nos expone de manera clara la forma de operar de nuestro goce nacionalista, en primer término nos dice que la identificación nacional opera con la cosa-nación, la cual la podemos definir como “nuestro estilo de vida” y que ese estilo de vida, propio de cada nación o grupo social, es “en pocas palabras todos los detalles que evidencian el modo único en que una comunidad organiza su goce” [1], recordando que el goce no es equivalente del placer, por el contrario, el goce es ese exceso incontrolable y sobrante que lo altera, “el goce se localiza más allá del principio del placer” [2] o como lo formula Lacan en 1960, el goce es todo lo que corresponde a la distribución del placer en el cuerpo [3] precisamente a la distribución, strictu sensu, pues divide y coloca al placer en un destino conveniente, aun llevadero, por eso los estilos de vida son la manera de organizar la propia distribución del sobrante del placer (de la necesidad), pues sin esto, se desbordaría y el sujeto quedaría sin límites contenedores, paradoja del ser hablante, que organiza aquello incontrolable para lograr su contención fantasmática.

Ahora bien, la identificación con la cosa-nación, o como la llama jocosamente Zizek; la cosa nostra, implica a su vez una creencia en que los demás compatriotas creen en ella, su carácter ontológico se concibe a partir de la creencia de su creencia, “es literalmente un producto de la creencia en ella misma” [4], por lo tanto dicha creencia en la intersubjetividad logra ligar verticalmente a sus miembros con alguien superior a ellos mismos, como nos enseñaba Freud desde 1921, la identificación con un ser superior sólo se logra mediante los lazos que se han creado entre los iguales, estos lazos son de identificación en el semejante en tanto hermano; hijo del mismo padre [5], o dicho en otros términos, la identificación con el Otro es mediata, en tanto es con el otro.

Así, el racismo o el nacionalismo purista, es una forma de querer mantener propia a la cosa-nación, libre de ese otro que –paradójicamente- tiene un goce excesivo de ella, es decir, la intolerancia no es por el simple hecho de ser diferente y creerme superior, sino por ver en el otro una forma de gozar que aparentemente es mejor que la mía, su “estilo de vida” me muestra una organización del goce diferente (“los judíos, esos usureros que roban nuestro dinero, ganan a consta de nosotros cuando ni siquiera son verdaderamente alemanes, ¡no merecen a mi patria!”). Por lo que vemos, “esta sería la fórmula más general del racismo moderno que presenciamos hoy en día; es un odio al modo particular en que el otro goza[…] pues se ubica en el nivel de la tolerancia o la intolerancia hacia el goce del Otro, el Otro como aquél que esencialmente se roba mi propio goce” [6].

Por una parte, esta fórmula es fácilmente aplicable a los Nazis, pues el estilo de vida de los judíos es precisamente lo que no soportaron, aquello que no sólo querían exterminar, sino apropiarse, la organización del goce del judío fue reclamada por sus supuestos dueños, la raza aria. Pero la película nos deja ver algo más, de hecho lo que nos muestra es una visión inversa al dejarnos observar cómo los judíos reclaman su vida perdida, pero no lo hacen intentando restablecer su posición, sino contrariamente lo hacen esta vez a partir del goce del otro, al declarar el teniente Raine; “miembros del partido Nazi conquistaron Europa mediante asesinatos, tortura, intimidación y terror, y eso es exactamente lo que les vamos a hacer”, lo que deja entrever no es siquiera una venganza, sino un goce anticipado en fantasear con realizar los mismos actos, es decir, los alemanes al robar el goce que vieron en los judíos lo hicieron por medio de matanzas y crueldad, pero ahora los judíos lo que ven en los alemanes y su particular modus vivendi es otro tipo de organización de goce, más sádica y directa, la pregunta que se nos avienta en la cara al ver cómo supuestamente los Nazis gozaban con la crueldad, es si acaso nosotros también lo podemos hacer. O dicho de otra manera ¿por qué ellos sí están autorizados a gozar con nuestro dolor? En respuesta, se deniega (Verneinung) la autorización pero a cambio su condena es la misma, el ojo por ojo y diente por diente no es más que el reclamo de un goce del otro, pues sabemos que una argumentación versada en derecho no llegará demasiado lejos con estos pensamientos, porque precisamente la filosofía del derecho está orientada a la restricción del goce de manera racional (aunque parezca aventurado hablar de esta manera), o dicho en términos freudianos, el derecho busca la socavación de las pulsiones y la orientación de ellas en direcciones socialmente esperadas y culturalmente tolerables.

Así, la culminación del desbordamiento de goce sin restricción, con pulsión sin destino fijo, aparece hacia el final de la película, cuando vemos a miembros del partido Nacional Socialista carcajear y alabar la proyección en la cual se asesinan a cientos de judíos, de pronto la cinta es interrumpida por Shosanna que aparece en la pantalla grande para avisarles a todos que morirán, a su vez la bomba de los bastardos explota y se desata la angustia ante un peligro real (Realangst) de todos los asistentes; mientras tanto el cine es a su vez incendiado por el ayudante negro de la dueña judía del cine (sumamente simbólica la relación de estos personajes), por último vemos a Shosanna reír eufóricamente en la pantalla, a la vez que el cine cae en llamas y dos de los bastardos ametrallan enloquecidamente a cuanto Nazi observan desde lo alto de un balcón, no importándoles en lo absoluto su eminente muerte, una escena que básicamente juega a mostrarnos los dos lados de la pulsión incontrolada, por uno el enloquecimiento ante un peligro y el desbordamiento de la libido en angustia, y por el otro, de la misma manera, el desbordamiento libidinal se da, pero en este caso lo incontrolable se vuelve el goce mismo, olvidando la propia vida por seguir en el goce total, que al final, no puede dar más que muerte.

Aun nos quedan preguntas por responder, ¿es al padre a quién querían matar los bastardos o es a su madre (Alemania)?, además ¿qué papel juegan aquí las mujeres, o son simplemente eslabones en un mundo e historias de hombres?, por último, ¿es la película una simple muestra de desbordamiento pulsional? Temas pendientes por ahora, lo revisaremos en la siguiente entrada.

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[1] Zizek. S. El acoso de las fantasías. Siglo XXI editores. México. 2007. p.p. 45
[2] Ibidem
[3] Lacan. J. Seminario VII. La ética en psicoanálisis. Ed. Paidós. Argentina. 2002
[4] Zizek. S. Op. Cit. p.p. 46
[5] Freud. S. Psicología de las masas y análisis del yo. Obras Completas. Vol. XVIII. Ed. Amorrortu. Argentina. 1978
[6] Miller, J. A. Extimité. Inédito. Citado por Zizek en El acoso de las fantasías. Siglo XXI editores. México. 2007. p.p. 48



Cuando me preguntaste...


¿por qué ahora?
yo contesté ¿por qué nunca?

¿por qué insistes?
te dije ¿por qué te alejas?

¿por qué no entiendes?
respondí ¿por qué te niegas?

Ahora que no preguntas nada desearía tener algo qué contestar...

¿o es que acaso entendí que nunca más debo insistir?


A ti, que ya no estás
y sin embargo te recuedo
por lo que (no) fuimos...

viernes, 16 de octubre de 2009


Breve reflexión sobre el desmedro de la physis


por José Vieyra Rodríguez


Cuando al matemático y físico español Thomas Vicencio Tosca le cuestionan su postura respecto al estudio de la física como superior al de la metafísica, responde a los peripatéticos de su época: ¿acaso las escencias de las cosas se distinguen en realidad de la existencia de las mismas?

A veces, al igual que Tales de Mileto cayó en un pozo por ir contemplando las estrellas, nosotros por querer conocer las últimas cimas de la razón del ser, no advertimos lo que tenemos junto a los pies, desdeñando la veracidad de lo concomitante a nosotros mismos.

lunes, 31 de agosto de 2009











De la sexualidad machista



por José Vieyra Rodríguez


El siguiente texto ha sido redactado de manera autobiográfica para fines prácticos (no vaya usted a pensar que es una historia personal), por lo que autor no asegura que haya sido una historia vivenciada por él.

Aquella noche la ligera llovizna no era suficiente para desalentarnos, a un buen amigo y a mí, de no asistir al encuentro ya planeado, encuentro con el placer visual: un table dance.

Arribamos al lugar, tras transcurrir un par de horas y cinco cervezas, dos chicas sobre la pista elevada comienzan a bailar sensualmente en ella y calientan el ánimo (y no sólo eso) cada vez más agitado de los asistentes. La celebre canción November rain de Guns n' Roses empieza a emitirse de las bocinas colocadas estretégicamente en el recinto, a la par, las sensuales bailarinas toman unas latas entre sus manos, es el llamado show de espuma que había comenzado. Agitan los botes y se rocían, se untan mutuamente espuma mientras se besan y tocan, mientras tanto el controlador del sonido y animador, insita a que algún asistente suba a la pista y entre en el show. Unos cuantos dicen querer hacerlo, sin embargo es sólo uno quién se sube entre aplausos y chiflidos de los descontentos y cobardes asistentes vouyeristas. No habrá terminado siquiera la mitad de la canción cuando el valiente se trasmuta en cobarde al negarse a quitarse los pantalones, unos segundos después se acobarda aún más y baja de la pista, los chiflidos continúan y otro hombre se atreve a subir, éste al parecer está dispuesto a todo.

Las chicas -ya desnudas de ropa pero cubiertas de espuma- le quitan todas sus prendas de vestir, él se deja manejar al antojo de las expertas en el arte visual y sexual (con una condensación acústica podríamos jugar y decir expertas en el arte vi-sexual, homófono de bisexual), el segundo chico no se intimida y queda desnudo al poco tiempo, se acuesta y toca los cuerpos voluptuosos de las chicas. El animador dentro de la cabina hace válida su posición de narrador invisible, de voz en off, portador de la palabra y el deseo popular, haciendo intervenciones acertadas tras el micrófono como por ejemplo "órale, tu sueño hecho realidad" o "no que querías dos viejas, ¡a ver que haces con ellas!".

La canción estaba a punto de terminar, pero una malísima mezcla hace que comience de nuevo, entonces el animador vitupera "pero levántate buey, no ves que queremos ver nalgas", no pasa mucho tiempo para que de nuevo intervenga "órale, párate, queremos ver nuevas nalgas" con esto es suficiente para que los asisentes entre risas, burlas y envidia comencemos a corear "¡que se pare, que se pare!", el joven arriesgado se levanta y se da la vuelta, todos reímos y aplaudimos su valentía. Se repite otra vez la canción, el show continua y los besos también, seguirá así hasta la eyaculación del sagaz chico, causada por el sexo oral de una de las bailarinas. La cuarta vez que termina la canción el animador nos ordena aplaudir y despedirnos de las chicas, el show ha terminado.

Aquella noche salimos del tuburio pasadas las dos de la mañana. Aún ahora lo recuerdo, y ¿cómo no hacerlo?, aquella noche fue por demás divertida.


Aquí termina la historia verídica redactada de forma autobiográfica. Ahora bien, hay una parte que a mí me interesa mucho de esta anécdota, y ésta es la evidente homosexualidad entre los que menos creen serlo. Todos sabemos que si hay lugares en donde se (auto)reconocen machistas es en un table dance, el lugar por autonomasia del hombre.

Popularmente se piensa que los hombres quienes van a un cabaret son machos que no pueden ver a las mujeres más allá de objetos sexuales, mercancías a la venta carentes de pensamientos que no tengan el color de un billete. Claro que a esta idea también está su directa oposición, las mujeres quienes están ahí en la mayoría de los casos les gusta esa vida, es fácil caer en la tentativa visión de que son víctimas del mundo de hombres que las han relegado a esa posición y desde donde no pueden más que aceptar su triste papel y sacar un poco de provecho: el dinero. Pero sincerándonos, hay parte de las dos, ni son víctimas ni son las mujeres felices, si tuviera que darles un calificativo yo diría que son, simplemente, teiboleras (dejando a su consideración, estimado lector, cómo se quiera tomar este último calificativo), además, no es mi intención ahondar en la psicología de ellas, al menos por ahora.

Regreso a mi interés. Lo que salta a la vista para mí incluso no es un machismo exacerbado y evidente, sino una homosexualidad por demás manifiesta. Me pregunto cómo explicar la actitud y comportamiento de todos los hombres reunidos en ese lugar, coreando y aplaudiendo a un tipo para verle las nalgas, animando la osadía de levantarse y dejarse ver por todos los asistentes que juran ser bastante machos pero piden a gritos observar un hombre desnudo, no un hombre profesional del ambiente gay o al menos stripper, sino uno común y corriente, uno que bien pueda crear la ilusión de ser ellos mismos.

Por supuesto, la escandalización de esta observación no puede llegar demasiado lejos, diversos pensandores han señalado con anterioridad que el hombre que se reafirma a cada instante es precisamente por su falta de identidad en esa posición, necesita de un otro que le confirme a cada instante su hombria, y si ésta es puesta en duda, siempre se necesitará confirmarla, no para el otro sino para sí, saberse hombre a consta de no serlo, precisamente porque no se sabe qué es ser hombre de antemano. Recordemos los viejos y vulgares chistes o comentarios:

-¿A quién le dices joto? Si no me crees hombre, ¡ponte y te doy pa' qué veas!

- Me la pelas

- ¡Nos los cojimos!

Y tantas otras frases que sirven para aludir a una posición de poder, superioridad y hombría, cuando dejan entever todas ellas el elogio a la homosexulidad más evidente.

Si nos detenemos a preguntarnos porqué de la homosexualidad en los hombres machistas, sería un error, mejor sería preguntarnos el porqué de la sexualidad sin metas definidas de todos, en general, es decir, realmente no son los machistas unos homosexuales, sino que todos los hombres lo somos, la sexualidad no sabe de sexos ni de géneros, la sexualidad es activa y masculina, pero no conoce de pasividades y famineidad.

Es la cultura la que impone los límites y pautas que guían y orientan nuestro comportamiento sexual, es únicamente la cultura la que encausa a la sexualidad, esa sexualidad pérdida por la naturaleza y tan sólo recuperada y controlada, en un pequeño margen, por la misma cultura. Porque al final del camino, sea un cuerpo de hombre o de mujer, así como un objeto que sirva de fetiche o el fantasma incumplido, la sexualidad se empuja hacia el afuera del cuerpo, negando su estatuto biológico-reproductivo, negando su condición corporal y mezclándose constantemente "entre lo psíquico y lo somático". Quizá sea más pertinente señalar que no niega, puesto que ni siquiera lo tiene.

Entonces comprendemos, porqué para el ojo y la percepción psíquica, no hay nalgas de hombres y de mujeres, sino cuerpos, quizá tampoco cuerpos sino objetos, objetos externos que me diferencian y que nada tienen de sexual mas que el libre intercambio de eso que nos hace sujetos.

Entendiendo lo anterior, no nos sorprende encontrar homosexualidad en un establecimiento de supuestos hombres en búsqueda de mujeres, pues la sexualidad no sabe de cuerpos, o diciéndolo en términos técnicos; la pulsión es siempre parcial, por lo que su meta es variante.

Y aun cuando cuando de lo que se trata es del sexo, es de lo último que se quiere saber, la cultura si impone algo -incluso en su normalización de este tipo de lugares- es el hecho de no querer saber nada del sexo, recluirlo y darle cause en supuestos lugares que controlan, cuando aun ahí es clara su constante fluctuación e imposible restricción a metas definidas, la imposibilidad del hombre de pulsiones totales.

lunes, 17 de agosto de 2009


E
l psicoanálisis es una práctica de la habladuría con consecuencias en lo real.


José Vieyra Rodríguez


jueves, 6 de agosto de 2009


Los regalos en las bodas son generosos; en los divorcios, deberían serlo más.


Ricardo Rodríguez


miércoles, 29 de julio de 2009

La acrópolis del inframundo

Las eras cosmogónicas están sujetas a leyes supranaturales, mas no casuales, pues al igual que el filósofo griego intuyó que una serie infinita de causas no puede existir; un tiempo eterno y fortuito en el que se llevan a cabo dichas causas es igualmente inconcebible.

Así, bajo la luz del cuarto sol y el amparo del cielo nocturno, apareció en el año ochocientos de la era cristiana, el reinado del señor del inframundo, quien veneraba respectivamente a dos deidades superiores a él mismo; la muerte y el invierno.

El señor del inframundo sacrificó durante su reinado a un súbdito cada amanecer. El sacrificio consistía en la decapitación de dicho ser, del cual, inmediatamente después de desprenderse su cabeza al resto del cuerpo, brotaban plumas de su cuello, en señal de esperanza y reconciliación entre el inframundo y las deidades.

De la acrópolis, se piensa que se construyó con el cuerpo descarnado de Ixbalanque, gemelo precioso que cayó en la oscuridad y se deslizó hasta el inframundo, en donde se recibió entre las danzas de la calavera y los cánticos guturales, al tiempo que el espejo humeante se desprendía de su cuerpo, del cual emanaban rizos de humo de sus extremidades.

Tras la caída, en el cielo quedó intacto el otro gemelo, aquél de horrible aspecto y fútil corazón, que hubo empujado a Ixbalanque al inframundo para gobernar sólo en el reino de la luz, ostentando pavorosamente su decorado de pescado del cual nunca se desprendió, hasta el día que encontró la muerte en manos, si aun puede llamárseles así a las abominables extremidades que pendían de los brazos de la deidad celeste, de nombre inconmensurable o tal vez infinito.

El reinado del inframundo, no obstante, pereció en poco tiempo, la pelea se vaticinó años antes, pero nunca con el desenlace obtenido. La muerte del señor con aspecto de enorme roedor, convocó confusión entre los habitantes de la acrópolis, que a la llegada del ejército occidente, no desistió hasta la caída total, cerca del año ochocientos setenta y cinco de nuestra era.

Se cree que dicha historia está más cerca de una mitología que de la verdad consabida en la época en que transcurrimos, empero, el nuevo señor del inframundo, espera ansioso su ascensión, que aunque a los ojos mortales parece lejano o acaso imposible, las deidades prometieron su reintegración en el undécimo sol, socavando y evidenciando lo baladí que puede parecer un mundo de raciocinio.

J.V.R.

domingo, 26 de julio de 2009

Del amor a los libros


por José Vieyra Rodríguez


El mejor compañero ante la adversidad es un libro
Dicho popular

En la mente mantengo al comenzar este escrito, al menos un par de cuentos y novelas contemporáneas que giran alrededor del culto a los libros; La biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, Fin del mundo del fin de Julio Cortázar, son los cuentos; las novelas son El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte y El nombre de la Rosa de Umberto Eco. Aunque la disparidad entre los argumentos de estos escritos distan de ser comparables, encontramos un elemento en común: el libro como significante elemental sobre el cual se estructuran las historias.

El mismo Borges escribió un ensayo con el nombre Del culto a los libros (1951), en el que expone una tesis cultural acerca de la veneración a los libros en la época actual, la cual, subraya, es una época de la palabra escrita, se ha socavado en su totalidad la palabra oral que antaño era suficiente para transmitir y enseñar.

Comúnmente, a los coleccionistas de libros se les llama bibliófilos. Etimológicamente se podría decir que son quienes aman a los libros, o mejor aún, los amantes de los libros. Me da a pensar el porqué cuando se refiere con la misma desinencia a los pedófilos (amantes de los niños) o los zoofílicos (amantes de los animales) contienen éstos un estatuto de condena moral, una ética psiquiátrica se impone ante tal terminología. Quizá aquí la psiquiatría parte de la referencia al hecho de que el objeto sexual son los niños o animales para llegar al fin de la relación: el orgasmo. Sin embargo, me pregunto si acaso nadie ha tomado un libro del Marqués de Sade para leerlo a la par de la masturbación, por poner un ejemplo clásico de la literatura erótica.

Las conjeturas e ideas anteriores, se desprendieron a partir de un hecho que viví el día de hoy; adquirí, en un establecimiento de libros usados, la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, es la versión original en latín, contiene 800 páginas y data del año 1889.

Una alegría me invadió durante gran parte del día, es una satisfacción, la cual se limita a saber y tener la certeza de la importancia que mantiene este libro para cualquier conocedor y versado en los temas de filosofía o teología. Lo anterior no reduce el carácter inservible de dicho libro, pues probablemente no lo leeré completo en mi vida, se reducirá a estar en mi biblioteca y quizá consultarlo en alguna ocasión, acaso practicar la traducción del latín al español con él. Aun así, es una de mis mejores adquisiciones.

Por supuesto, en algún otro momento he intervenido a favor de lo inservible, y recuerdo a Julio Cortázar escribir que hay que “luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines prácticos” (Pérdida y recuperación de pelo, 1962), pero esto no evita el autocuestionamiento del porqué un libro puede ser más venerado y preciado que un celular o una camisa de marca de moda, a lo único que puedo responder, que es acaso una forma de vincularse y abrirse camino hacia las redes sociales, pues al final la valoración de mi libro me incluye dentro de una red social (por reducida que ésta sea) la cual me soporta como sujeto, creando una identidad y a la vez individualidad, así sea por posesiones, aspecto que quizá dejó de lado Borges al pensar en el libro, pero no al tener su biblioteca y enorgullecerse de sus lecturas.

viernes, 24 de julio de 2009


Mi puto pregunta.

¿Te acuerdas cuándo Alex Lora tocó para nosotros el blues de la llanta? ¿Te acuerdas cómo bailamos, yo sin camisa y tu brincando como loco? ¿Te acuerdas cuando, también al son del Tri, brincábamos en la explanada de los héroes? ¿Te acuerdas que después de ver al Tri, Luz la tetona llamaba al Valdo para saber dónde andaba aunque aún no eran novios? ¿Y que llegamos a la fiesta de Daniel, y hasta donde alcanzo a recordar agarramos una peda regular? ¿Te acuerdas la emoción que sentimos cuando pusieron el bar CHELSEA a unas cuadras de nuestra casa? ¿O cuando caminábamos con el Danielo y el Valdo hasta los tacos del hospital? ¿Te acuerdas del choque del taxi al finalizar el concierto del G3?

Dejo aflorar hoy al puto que tengo adentro, por más que esto se preste al albur, suelto una o dos lágrimas, por más que se siga prestando al albur, y te digo que yo también me acuerdo.

Ricardo (El puto) Rodríguez

Una vez, después de años volví a verla, me dijo que me amaba, le dije que yo también la amaba, pero ahora en su nuevo cuerpo, y me casé.

Ricardo Rodríguez

jueves, 16 de julio de 2009

Afectos infrecuentes


Tempranito, de mañana
con la luz multiplicada
en los reflejos infinitos
de esa mar,
voz de campana
donde el faro vigilante
pongo el sur rumbo a levante
voy en busca de esos puertos

donde no aviste recuerdos.
Fernando Delgadillo


Tengo trescientas cuarenta y cinco fotos suyas, en tres nos besamos en al boca, hay dos en que aparece desnuda de cuerpo y una decena en la que aparece de alma.

Hay una pared en mi alcoba que tiene rayado su nombre y dos palabras huecas desgastadas por las miradas indiscretas de quienes me visitan.

Existe doblado en mi librero un esbozo de un aprendiz de artista que la dibujó desnuda cuando ella se ganaba la vida de modelo.

También poseo unas cartas y postales que me envió de sus viajes, ésos a los que yo no fui aunque nunca supimos porqué.

Guardados están unos escritos íntimos de aquellos que se escriben los enamorados, tengo unos cuantos aunque no recuerdo su lugar exacto.

Las canciones dedicadas se han desplazado a otras miradas, los besos a otros rostros y las noches a otros brazos.

Los libros y mis escritos ahora los comento con alguien más debido a que los sueños mutaron irreconocibles para ambos.

El teatro me aparece sencillo y sin pasión, no está ella en el escenario como la conocí cuando era ajena.

Hoy se casa y me parece tan insípido el saberlo, que daría algo más, quizá un par de pesos por desearle algo al menos.

Por una afecto que tuviéramos cabalgando al lado nuestro, quisiera tenerlo, sin embargo, ex nihilo nihil fit.


J.V. R.

lunes, 29 de junio de 2009

Cambio involuntario

C
orriste.


Pensaste que la longitud espacial te liberaría.

Fracasaste.

Y cuando te descubriste desde la lejanía en el mismo lugar, entendiste que eras tú quién veía alejarse al remedo de cuerpo que vociferaba yo en cada enunciación personal.

¿Acaso la culpa es física, porque no has podido seguirte el paso?



J.V.R.

jueves, 25 de junio de 2009

Pónganme un teclado.
Ricardo Rodríguez

Saber qué decir. Siempre ha sido una de mis habilidades innatas, vamos, que todos tenemos una. No quedarme callado, contestar siempre al final: un insulto ácido al protagonista de un concierto, una mentada de madre al árbitro en el medio tiempo (o antes del partido, según la necesidad), un “me gustas”, una estrofa de una canción cambiada al vuelo para que dijera lo que yo quería. Aunque a veces las palabras no alcanzaban para describir una emoción, hacía lo mejor que podía. Eso fue toda mi vida, eso fue completa mi vida, hasta ayer…

Era posiblemente la media mañana, sentado frente a mi computadora, trabajando, leyendo, pensando y trabajando un tanto de nuevo. Lo que leía tenía que ver directamente con mi trabajo, mi meta de la mañana era un pedacito de código que me andaba faltando (no voy a entrar en detalles sin importancia). De pronto, como si un peso hubiera caído en mi cabeza, las palabras se volvieron duras, durísimas, cómo si estuviera viendo textos en idiomas ancestrales. Jamás, jamás, en toda la vida de mi madre, me había costado tanto leer una palabra, jamás, desde que aprendí las vocales, una sola palabra me había dado tantas vueltas en la cabeza: La imaginaba, le buscaba sentido, reacomodaba sus letras, la reordenaba con otras palabras en mi cabeza, cuando ocurrió la verdadera tragedia. No tenía ninguna palabra en mi cabeza. Habían volado, a un dominio que escapaba de mi realidad, a un sitio a donde las podía ver, pero no las podía usar. Como tener un billete de quinientos morlacos y no poder gastarlos en lo que más te hiciera falta en ese momento. A mi la palabra que me hubiera gustado gastar en ese momento era “Auxilio”.

La noche mental me había llegado de un momento a otro y sin previo aviso se había llevado todas mis palabras, la muy puta solamente me dejó sílabas que se le cayeron mientras huía con todas mis palabras, un frío de perros me abrazó, y yo pienso que me abracé también a él, como si fuera lo único que me quedaba. Durante unos minutos así fue, estaba rodeado de gente que me hablaba, a quien yo entendía, pero a quienes no encontraba una manera, aunque fuera cavernícola de decirles algo, de pronto pensé en la música:



Yo -¿Y si ya nunca puedo tocar o cantar nada?

Alguien -¿Estás bien?

Yo -Puta madre, ni una pinche operita, ni un disquito, y para peor no he acabado el trabajo…

Alguien -Te vamos a tomar la presión

Otro -Llamen a una ambulancia

Alguien -¿Desayunaste?

Yo -Ip, a u qur ina (dándome cuenta que no estaba diciendo nada)

Alguien -¿Desayunaste?

Yo -Sí (esfuerzo sobrehumano, pensando en cómo Facundo Cabral grabó tanto pinche disco)



Momentos antes del desafortunado episodio anterior, me había puesto de pié y caminado aproximadamente 15 pasos hasta donde estaba mi jefe, seguro de mi mismo dije:

Poncho: (haciendo un gesto de dificultad, mucha gesticulación con las manos) eeel, lo que… me pedi… los fra..

Y fue el acabose, me di cuenta que se me andaban cociendo los changos de la azotea, que me se cayó un tornillo, que me faltaba cocimiento… Poncho reaccionó inmediatamente y se dio cuenta que yo andaba cambiándome de barrio. Yo pensaba en muchas cosas triviales, “Tal vez si me pongan un teclado en frente me pueda comunicar…,¿Y si quedo mongol?, Alejandra ya no se querría casar conmigo… ¡PENDEJO! Ya te casaste, ¿ora cómo va a hacer la pobrecilla para sobrevivir contigo en estado vegetal?, bonito bulto se vino a conseguir… ¡Ya sé! ¿Y si me ponen un teclado en frente para comunicarme?"

En la siguiente escena yo me estaba muriendo de frío y me llevaban directo al hospital, le dije a Poncho, “Espero que ese hotel no sea muy caro”, me metieron en una cama de urgencias y vinieron dos orates vestidos de blanco a ponerse a jugar con que si les podía seguir los dedos con los ojos y que si cuantos dedos tenían. Yo seguía pensando mil cosas y de repente lloré, lloré amargamente, lloré como lloran los bebés, y entendí por que lloran los bebés: Están tristes por que no les ponen un teclado para comunicarse. Lloré acordándome de Ale, de José, y claro, de toda mi familia, pensando en que ya nunca más volverían a entender lo que yo quisiera decirles, aunque fuera una mentada.

Doctor - Si te digo lo que te pasó no me vas a creer, fue un episodio de fiebre alta, ¿Te duele alguna muela? ¡Ahh con razón! Lo más seguro es que tengas una infección marca diablo y por eso te estabas cocinando…

Yo - No mame.



Siempre estuve románticamente interesado en los momentos que te roban el habla. Siempre, en todas las historias, esos son los momentos cumbre, los momentos que todos los protagonistas esperan, y sobre todo, los espectadores anhelan para poder reproducir en sus vidas. Pero yo, yo que estuve ahí, yo que sé lo que es quedarse sin habla, no sé que decir al respecto.

Nota: Esta historia, adornos más, adornos menos, sucedió en realidad. Habrá que esperar los resultados del laboratorio para alimentar el morbo colectivo y poder contarles en qué queda el cuentito.

jueves, 18 de junio de 2009


Bernardo Galindo


Esta historia me la contó un viejo hace años. He conocido muchos viejos que me han contado historias, pero éste, en particular, tenía ese aire que tienen solamente los viejos que cuentan historias verdaderas, por ello, la supongo y la sé como tal.

"Fue hace tantos años", me dijo con tácita y cansada voz, "Era un chamaco pequeño, más bien chiquito, enano, de esos gorditos que siempre ocupaban el primero o segundo lugar de la fila en la escuela. ¡Qué esperanzas! A mi me tocó escuela larga, tabamos todo el día áhi metidos, por eso yo nomás fui hasta el tercer año, había que llevar frijoles a la casa...", al decirlo, parecía viajar largos y tal vez preciosos años hasta encontrarse con el momento en el que su madre, que hacía muchos y tristes años había pasado de esta vida, martajaba los testales entre sus dos arrugadas y morenas, morenísimas manos; mientras humeaba un tanto el anafre que se ocupaba de calentar y herbir esos frijoles, el olor debería ser inconfundible, por que en el momento de la remembranza el buen viejo cerró sus ojos, echó su cabeza hacia atrás y aspiró profundamente, como si en él le fuera, o más bien, le viniera la vida entera.

"Lo vieras visto, ¡lo vieras conocido!, siempre conocer es mejor que ver, mi abuela, que en paz descanse, siempre me hablaba de La Bella Unión, y nunca la conocí, quedaba lejos, lejos de al tiro -Tenía una maquiladora donde trabajaban las hembras del pueblo, casi al centro, al ladito del palacio del munecipal, que queda en frente de la alameda, áhi mero onde queda el menumento a Zarazúa- pero nunca la conocí, por eso te digo mijo, conocer siempre es mejor que ver..."

El viejo hizo otra pausa, idéntica a las pausas que se hacen cuando silva la tetera, pero este viejo no pausaba por la tetera, sino pausaba por el recuerdo que le asaltó al recordar la Bella Unión, de donde se supone que vino un día Antonia, su abuela, a intentar una vida mejor. "Pero no creas, aquí solo encontró desgracia", me dijo, completamente desencajado. Tosió con sonido de perro viejo y continuó diciendo "Te digo que lo vieras conocido por que era un chamaco muy alegre, muy regalón. Se llamaba de pila Bernardo, y por apelativo llevaba el Galindo, común de su pueblo. El canijo no tenía pa un taco, pero nunca fue pobre. Para vivir, o medio vivir, Galindo, -por que ansí le decíamos- trabajaba en la zapatería del pueblo, mira, mijo, en aquellos años, nomás había una zapatería por pueblo, no como ora, que pa donde vaigas vas a ver munchas, y muy bonitas todas, grandotas y con vidrieras rete brillosas.

A Galindo no le importaba que no hubiera frijoles, el siempre sacaba fuerzas pa corretear, jugando a la pelota, nunca te decía que no cuando lo envitabas a ir a piscar mangos de la labor de Don Hernán, o a ir a poner flores a nuestros muertitos del pantión. Siempre, siempre mijo, respete a sus muertitos, ellos nos cuidan desde allá, nos vienen a ver cada 2 de muertos, y nos hablan siempre que pueden, pa ayudarnos, no como ora, que los muertos nomás se aparecen pa asustar a los chamacos. No, mijo, antes, los muertos no eran ansí, por que los vivos no eran como son los diora. Yuro por eso no me pudo la muerte de Galindito, bueno, no me pudo haberlo matado, por que ansí fue. La verdá yo siempre pensé que había sido accidente, pero a estos años a los huesos les da por ser honestos, siempre le tuve invidia, por que siempre era feliz, aunque pobre, pobre como la tierra de la Bella Unión, nunca lo vi quejarse, él vivía con su amá, no me vas a crer, mijo, vivían en un jacalito, que de tan jacal, no tenía paderes, nomás tenía unas láminas que hacían de techo, pero hasta áhi, bueno esa es harina diotro costal, no es bueno hablar de las carencias de los muertos, nuestros muertitos, ya cuando están allá, son todos buenos, todos.

Pero te digo que yo le tenía una invidia, y esas son las cosas que hay que tener en el corazón pa que valga una buena arrepentida en la iglesia del Padre Manuel, ahí no vale de nada ir a hacerse el bueno, ahí uno tiene que ir porque uno es malo, si no pa qué quiere uno a Diosito.

Yo le tenía invidia, y voy que el sabía, pero de tan bueno quera no le importó. Pero acuerdate mijo, siempre, que la confianza mata al hombre y embaraza a la mujer. Ése día, perdóname que lo miente mijo, ese diablo de día, el mismito se me metió. Lotro día el padre Manolo, que ansí le decíanos de cariño, nos platicó el cuento de Caín y Abel, y ansinita me sentí. Nos fuimos a la carretera, a recoger latas de iluminio, de esas onde venía la comida, no como ora, que todo viene en latas de cartón, el cartón es malo mijo, y agradece que te lo diga: Si quieres vivir munchos años, no comas nada que siaga de cartón, el cartón sale de los árboles, y los árboles salen de nuestros muertitos, y a nuestros muertitos no hay que comérselos. Pa no hacerte el cuento largo, lo aventé al paso de un regimiento de federales que iba detrás de unos pelones que se habían emboscado en el cerro de la Pitaya. Como iban en su asunto, ni voltiaron a ver como dejaron a Galindito. Te lo digo mijo, nomás pa que sepas lo que es bueno y lo que es malo. Yo no podía vivir sin Galindito, y sigo sin poder vivir sin él. Cuando lo maté sentí cómo se me rompía todo aquí adentro, como se me iba el cuerpo, por que yo era la misma ánima de Galindo, yo soy la misma ánima que se le salió del cuerpo ese domingo... El pueblo me lloró muncho, reteharto, por que te digo que era un chama..."

De repente el viejo desapareció, el ruido de una mujer que pasaba lo había asustado. Me dijo después una señora que era lo que nosotros llamaríamos "la bruja del pueblo" que a mi se me había mostrado por dos motivos: Uno era por ser aquél día 2 de muertos y el otro por ser yo Antonio Galindo, por querer que le dijera a mi abuela Bernarda Loza viuda de Galindo, que lo perdonara por haberla dejado sola. No tuve tiempo de decirle que la Abuela Bernarda del dolor que le causó la muerte de Bernardito, se dio a la ardua tarea de procrear 8 hijos más, no tuve tiempo de decirle que si el no se hubiera matado, Bernarda hubiera muerto sola.


Ricardo Rodríguez

domingo, 7 de junio de 2009

La maldición de la autoestima;
si es baja, malo, si es alta… ¡también!


José Vieyra Rodríguez


“Tener que estar refiriéndose permanentemente a uno mismo
es una degradación de la existencia.
La existencia no se tiene que autoestimar,
tiene que juzgarse a través de si ha podido o no hacerse con su proyecto.
Y tiene que pagar un precio por ese proyecto,
tiene que ser capaz de sufrir, de saber perder”
Jorge Alemán

Ante la pregunta de la etiología y tratamiento de los múltiples problemas individuales, que a su vez son sociales, gran parte de la psicología ha adoptado una posición cómoda y resolutiva: la autoestima. Basta encender el televisor y observar las respuestas de los psicólogos cuando se les cuestiona sobre algún tema, es común escuchar las siguientes opiniones:

El origen de la agresión en parejas (etiquetada comúnmente como “violencia familiar”), es porque el marido pega por una falta de autoestima y seguridad en sí mismo que se ve claramente al tener que ejercer su poder golpeando a su mujer, a su vez, la mujer se deja golpear porque también tiene una falta de autoestima y no se quiere lo suficiente, no se valora y cree merecer la golpiza; si un niño es agresivo en la escuela (llamado por la psicología con el anglicismo bullying) es porque seguramente tiene problemas de autoestima y tiene que confirmarse insultando o pegando a los demás, también quien es el agredido, no tiene seguridad en sí mismo y se deja pegar porque básicamente tiene una baja autoestima; los trastornos de alimentación (anorexia, bulimia) son una clara muestra de una bajísima autoestima en quien los padece, pues no se acepta como es y quiere ser diferente, bastaría con que tuviera una autoestima alta para querer a la imagen (aun fea) que le devuelve el espejo; las adicciones, desde el alcoholismo hasta la farmacodependencia, son problemas relacionados con una baja autoestima, no se quiere el adicto y por eso se autodestruye; las depresiones son también problemas de autoestima, no se puede querer la propia persona por lo que es y por eso entra en depresión, no importa cual sea el motivo de la depresión si tan sólo pudiera darse cuenta el “enfermo” de lo valioso que es, el problema es que tiene una baja autoestima. La lista anterior puede incrementarse casi desmesuradamente y la respuesta variará muy poco. Cabe señalar que una autoestima baja puede deberse y arrastrarse desde un trauma infantil.

Una vez identificada la etiología de los “problemas psicológicos”, es necesario acudir a terapia para que el psicólogo los arrope y comience a demostrarles a los pacientes las magníficas personas que son. Así, se orientará la terapia a eliminar los pensamientos incongruentes, la lógica errónea del paciente y cualquier idea que no sea positiva, la finalidad es que el paciente obtenga una autoestima buena (pues la baja es mala, no importa en base a qué se hace este juicio de valor) y así sea una persona feliz.

Por supuesto, no se debe sobrepasar los límites de una autoestima buena, es decir, no tener una autoestima alta o al menos demasiado. No debe tenerse una gigantesca autoestima porque entonces podrían darse problemas, por ejemplo, para empatizar con los demás, por lo que no se debe querer uno demasiado y menospreciar a los iguales, pues esto es también un signo de una desnivelación de la autoestima adecuada.

La autoestima buena (alta, ¡pero no mucho, eh!) se manifiesta cuando la persona se quiere a sí misma, además de tener la posibilidad y habilidad de querer también a los demás.

¿Cómo se pasa del sentimiento y valoración propia al de los demás con un mismo concepto? No importa, la autoestima lo abarca todo, aun cuando tenga el prefijo auto- que significa “de o por sí mismo”, y que por lo tanto autoestima signifique “estima propia”. ¿Cómo saber si la autoestima es poca o es demasiada, y por lo tanto también está mal? Pues no puede saberse a ciencia cierta, se podrá conocer la autoestima tan sólo por las manifestaciones conductuales (pues al final son las únicas posibles de objetivar). ¿Entonces no se tiene la menor idea real de un nivel de autoestima, pues no se tiene un autoestimómetro? Claro que no, se supone que hay autoestima baja si la persona tiene un problema, y es adecuada cuando es feliz y socialmente funcional.

Los absurdos anteriores quizá tengan algunos huecos por la propia sátira que contienen, pero la realidad no dista demasiado de aquí. Esta clase de explicaciones se han aceptado socialmente, y más si provienen de la boca de un especialista de la “salud mental” como lo es el psicólogo.

Evidentemente no toda la psicología habla de autoestima para explicar todos los casos anteriores. La psicología dinámica o profunda, que tiene su base en el psicoanálisis, intenta dar explicaciones diferentes. Incluso el mismo psicoanálisis aborda las mismas problemáticas desde otros puntos de vista, pero dicho sea de paso, es también muy común escuchar a estos psicólogos o psicoanalistas diciendo que no tienen una respuesta directa del origen del problema o la solución, pues “habría que revisar al caso en particular para dar una respuesta”, por lo que en términos prácticos resulta igual de ineficiente que la primera.

No obstante, el psicoanálisis, aun con su particularización excesiva, puede dar respuestas más certeras y menos cómodas. No significa que las respuestas fáciles, comunes y placenteras sean siempre erróneas, pero es altamente cuestionable que para múltiples problemas y casos la solución siempre sea la misma, es decir, una inmensa cantidad de preguntas y una sola respuesta.

El objetivo de este escrito no es exponer los abordajes, las respuestas y soluciones que propone el psicoanálisis para todos los problemas antedichos, sin embargo, cabe señalar que el psicoanálisis puede responder desde su teoría con una aproximación general y después entender el caso en particular, es decir, es posible de revelar al menos algunos aspectos a considerar ante los casos antes de ser resueltos de manera abrumadora y aplastante por la palabra autoestima, que ha venido a ser el problema y solución en la psicología.