Cuando salí
por fin conocí la
noche.
Estaba harto del sol
que vislumbraba
y enceguecía por
doquier desde mi ventana.
Al poco tiempo,
encontré la forma de
ver entre la obscuridad,
me regocijó saberme
acompañado en mi aventura,
si bien es cierto que
eran menos los nocturnos,
también es cierto que
eran una especie de cofradía
que me amparaba por el
simple hecho
de haberme aventurado a
estar allí.
Aprendí,
pero,
estoy ahora lleno de
miedo.
He sabido cómo mirar
entre las sombras
y no quiero perder la
capacidad de observar en el día,
de maravillarme con la
ilusoria vista de lo superfluo.
Ayúdame a mirar
nuevamente:
luciérnaga de la noche,
sombra del día.
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