jueves, 18 de junio de 2009


Bernardo Galindo


Esta historia me la contó un viejo hace años. He conocido muchos viejos que me han contado historias, pero éste, en particular, tenía ese aire que tienen solamente los viejos que cuentan historias verdaderas, por ello, la supongo y la sé como tal.

"Fue hace tantos años", me dijo con tácita y cansada voz, "Era un chamaco pequeño, más bien chiquito, enano, de esos gorditos que siempre ocupaban el primero o segundo lugar de la fila en la escuela. ¡Qué esperanzas! A mi me tocó escuela larga, tabamos todo el día áhi metidos, por eso yo nomás fui hasta el tercer año, había que llevar frijoles a la casa...", al decirlo, parecía viajar largos y tal vez preciosos años hasta encontrarse con el momento en el que su madre, que hacía muchos y tristes años había pasado de esta vida, martajaba los testales entre sus dos arrugadas y morenas, morenísimas manos; mientras humeaba un tanto el anafre que se ocupaba de calentar y herbir esos frijoles, el olor debería ser inconfundible, por que en el momento de la remembranza el buen viejo cerró sus ojos, echó su cabeza hacia atrás y aspiró profundamente, como si en él le fuera, o más bien, le viniera la vida entera.

"Lo vieras visto, ¡lo vieras conocido!, siempre conocer es mejor que ver, mi abuela, que en paz descanse, siempre me hablaba de La Bella Unión, y nunca la conocí, quedaba lejos, lejos de al tiro -Tenía una maquiladora donde trabajaban las hembras del pueblo, casi al centro, al ladito del palacio del munecipal, que queda en frente de la alameda, áhi mero onde queda el menumento a Zarazúa- pero nunca la conocí, por eso te digo mijo, conocer siempre es mejor que ver..."

El viejo hizo otra pausa, idéntica a las pausas que se hacen cuando silva la tetera, pero este viejo no pausaba por la tetera, sino pausaba por el recuerdo que le asaltó al recordar la Bella Unión, de donde se supone que vino un día Antonia, su abuela, a intentar una vida mejor. "Pero no creas, aquí solo encontró desgracia", me dijo, completamente desencajado. Tosió con sonido de perro viejo y continuó diciendo "Te digo que lo vieras conocido por que era un chamaco muy alegre, muy regalón. Se llamaba de pila Bernardo, y por apelativo llevaba el Galindo, común de su pueblo. El canijo no tenía pa un taco, pero nunca fue pobre. Para vivir, o medio vivir, Galindo, -por que ansí le decíamos- trabajaba en la zapatería del pueblo, mira, mijo, en aquellos años, nomás había una zapatería por pueblo, no como ora, que pa donde vaigas vas a ver munchas, y muy bonitas todas, grandotas y con vidrieras rete brillosas.

A Galindo no le importaba que no hubiera frijoles, el siempre sacaba fuerzas pa corretear, jugando a la pelota, nunca te decía que no cuando lo envitabas a ir a piscar mangos de la labor de Don Hernán, o a ir a poner flores a nuestros muertitos del pantión. Siempre, siempre mijo, respete a sus muertitos, ellos nos cuidan desde allá, nos vienen a ver cada 2 de muertos, y nos hablan siempre que pueden, pa ayudarnos, no como ora, que los muertos nomás se aparecen pa asustar a los chamacos. No, mijo, antes, los muertos no eran ansí, por que los vivos no eran como son los diora. Yuro por eso no me pudo la muerte de Galindito, bueno, no me pudo haberlo matado, por que ansí fue. La verdá yo siempre pensé que había sido accidente, pero a estos años a los huesos les da por ser honestos, siempre le tuve invidia, por que siempre era feliz, aunque pobre, pobre como la tierra de la Bella Unión, nunca lo vi quejarse, él vivía con su amá, no me vas a crer, mijo, vivían en un jacalito, que de tan jacal, no tenía paderes, nomás tenía unas láminas que hacían de techo, pero hasta áhi, bueno esa es harina diotro costal, no es bueno hablar de las carencias de los muertos, nuestros muertitos, ya cuando están allá, son todos buenos, todos.

Pero te digo que yo le tenía una invidia, y esas son las cosas que hay que tener en el corazón pa que valga una buena arrepentida en la iglesia del Padre Manuel, ahí no vale de nada ir a hacerse el bueno, ahí uno tiene que ir porque uno es malo, si no pa qué quiere uno a Diosito.

Yo le tenía invidia, y voy que el sabía, pero de tan bueno quera no le importó. Pero acuerdate mijo, siempre, que la confianza mata al hombre y embaraza a la mujer. Ése día, perdóname que lo miente mijo, ese diablo de día, el mismito se me metió. Lotro día el padre Manolo, que ansí le decíanos de cariño, nos platicó el cuento de Caín y Abel, y ansinita me sentí. Nos fuimos a la carretera, a recoger latas de iluminio, de esas onde venía la comida, no como ora, que todo viene en latas de cartón, el cartón es malo mijo, y agradece que te lo diga: Si quieres vivir munchos años, no comas nada que siaga de cartón, el cartón sale de los árboles, y los árboles salen de nuestros muertitos, y a nuestros muertitos no hay que comérselos. Pa no hacerte el cuento largo, lo aventé al paso de un regimiento de federales que iba detrás de unos pelones que se habían emboscado en el cerro de la Pitaya. Como iban en su asunto, ni voltiaron a ver como dejaron a Galindito. Te lo digo mijo, nomás pa que sepas lo que es bueno y lo que es malo. Yo no podía vivir sin Galindito, y sigo sin poder vivir sin él. Cuando lo maté sentí cómo se me rompía todo aquí adentro, como se me iba el cuerpo, por que yo era la misma ánima de Galindo, yo soy la misma ánima que se le salió del cuerpo ese domingo... El pueblo me lloró muncho, reteharto, por que te digo que era un chama..."

De repente el viejo desapareció, el ruido de una mujer que pasaba lo había asustado. Me dijo después una señora que era lo que nosotros llamaríamos "la bruja del pueblo" que a mi se me había mostrado por dos motivos: Uno era por ser aquél día 2 de muertos y el otro por ser yo Antonio Galindo, por querer que le dijera a mi abuela Bernarda Loza viuda de Galindo, que lo perdonara por haberla dejado sola. No tuve tiempo de decirle que la Abuela Bernarda del dolor que le causó la muerte de Bernardito, se dio a la ardua tarea de procrear 8 hijos más, no tuve tiempo de decirle que si el no se hubiera matado, Bernarda hubiera muerto sola.


Ricardo Rodríguez

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