lunes, 11 de febrero de 2008

Perrrrrrrrrro

Cuchileando al perro

por Ricardo Rodríguez

"Cuando la perra es brava, hasta a los de casa muerde", Dicho popular que encierra en él tanta verdad como se pueda expresar al querer denostar que, incluyéndose a sí misma, la sociedad actual en la que vivímos los occidentales ha aprendido a llegar al extremo sumamente innecesario de la automutilación.

En días pasados, mientras observaba un nutrido y lleno de contenido programa televisivo, supe de una confiabilísima fuente que Patricia Llaca (conductora de "El Animal Nocturno") se encontraba sumamente consternada por que un automovilísta había atropellado a su mascota canina, un xolo-itzcuintle que ella cuidaba al grado de tenerle un servicio de dentista, un servicio de cocina especializado y lo que más me llamó la atención, su comida incluía finos cortes de carne exclusivamente sin hueso. Y aquí es donde comienza mi cantaleta actual...

Últimamente, por diversas razones, he estado cerca y he sabido de personas que cuidan a sus perros al grado de que lo que solía ser un perro común y corriente ha quedado en el pasado, no existe más el perro que corre tras la pelota, no existe más el perro que juguetea con el amo, no existe más el otro perro al cual pueda uno cómodamente acudir con su hueso. Humanizando al perro, mecanizando al perro, quitándole el hueso al perro, "desperrizando" al perro...

¿Cuál es el símil que veo?¿Por qué el humano capitalista-occidental-democrata siente la necesidad de repetirse, a costa de lo que sea, e incluso, repetirse en lo que sea? Hemos llegado al clímax de nuestra película "Desea, pero desea bien y disfruta pero disfruta bien". Ahora ni tu perro se escapa de desear, por que es bien cierto y sabido de muchos que los perros de hoy día hasta ven televisión, estos perros de hoy, ¿Hasta dónde van a llegar...?

Es especialmente alarmante el criterio moral y normalmente aceptado de mecanizar y, en la medida de lo posible, digitalizar los procesos e inclusive las relaciones (El sábado pasado escuché a una persona que al esbozarle alguien "!Qué gusto verte¡", respondió "Bien y ¿Tú?", a lo que la primera persona respondió "¡Qué mecánico eres!") como si éstas debieran formar parte de una especie de "cadena de producción" en dónde se debe abstraer cada vez más la personalidad y se busque más repetir patrones y conductas completamente capitalistas en el sentido sus ideales económicos, dejándo de lado las conductas "humanas" y racionalizando toda acción en un bloque de producción imaginario.

Creo que ésto, a lo único que nos conduce es a la erradicación del instinto natural (distinto natural, decía Cervantes, tal vez aclarando que lo que hace especial a cada especie es precisamente lo que la diferencia, tal vez esta anotación mía estaba de más) de nuestros animales, y digo "nuestros" por que trato de incluir al ser humano, ya que desde pequeños nos adoctrinan diciéndonos que el ser humano es también un animal, pero nos enseñana a vivir a contra natura, negando y re-negando nuestra "animalidad" de manera que ahora, cuchilear al perro caerece de sentido, sábes de antemano que no te morderá, sabes que cuando mucho, en su interior solo desea carne, pero desea carne especial, carne sin huesos, con servicios caros de dentistas y alguna enfermera dedicada a él...

Vaciarnos de nuestros animales nos deja vacios, vaciar al perro de lo que lo hizo perro durante miles de años, nos deja vacios de ese cuadrúpedo (Mejor amigo del hombre) y cuando estámos vacios de esa relación del humano con su entorno, corremos el riesgo de ser llenados de inmediato por ideas (que no ideales) capitalistas, comunistas, consumistas y sobre todo, las más riesgosas, las intolerantes. Y es ahí donde ya ni cuchilear al perro tiene sentido...

Al humanizar nuestro entorno, ¿No estamos absorbiendo su escencia y sus instintos? ¿No es cierto que hoy día el humano actual responde agresivamente ante la menor provocación? En términos económicos el humano es hoy más productivo que nunca, pero ¿en términos humanos?, ¿No nos comportamos más primitivamente hoy?, El punto crítico, es que es sumamente difícil encontrar en dónde estamos depositando esa cualidad humana que tenemos que hacer a un lado para poder dar lugar a nuestras "nuevas costumbres" de antaño. Hoy, que nos sentimos invadidos si alguien nos mira, que nos sentimos agredidos cuando alguien nos saluda, hoy que ante el primer error de nuestro prójimo lanzamos la primera mordida, ¿Dónde podemos recuperarnos?, o peor aún: ¿Nos recuperaremos?

Cuando el humano es destructor, hasta a los humanos destruye.

1 comentario:

José Vieyra dijo...

"La obsesión de antropomorfizar al mundo" Así lo llama Paul Verhaeghe a la compulsión de pensar en los animales como nos pensamos nosotros, él plantea por ejemplo cuando nos preguntamos si un animal al tener relaciones sexuales (que dicho sea de paso, sólo ellos pueden tener relaciones sexuales, pues en el hombre no hay relación sexual) tienen placer. Antes de contestar la pregunta sería conveniente preguntarnos porque pensar en que los animales deberían tener placer o no, o que importancia hay si lo tienen, pues su placer nunca lo entenderemos pues un placer humano no lo tienen, aquél que tengan será imposible de articular para nosotros, pero les dotamos de cualidades que valoramos.

Aquí la cuestión es precisamente que hay en el ser humano imperando que nos haga plantearnos la antropomorfización del mundo, hacer semejante al perro, en primera instancia lo hizo hace milenios con Dios, "el hombre fue hecho a semejanza de Dios" yo propondría lo contrario, hicimos un Dios a semejanza de nosotros por la angustia de pensar al mundo diferente, inexplicable, amorfo. Es preferible en última instancia pensar que el mundo es tal como lo percibimos (es el discurso de la ciencia, la cual plantea que el mundo es tal cual como lo ven los científicos, como si su visión, números, lenguaje y demás fueran creaciones meramente humanas).

En fin, articular al mundo tomando de referencia siempre a nosotros mismos es peligroso, pues corremos el riesgo de envilecernos con nuestra propia imagen y no poder despegarnos de ella, tal como Narciso, muriendo al final ahogado en el agua sin percibir que lo que veía era a él mismo.