lunes, 22 de diciembre de 2008


Dos notas sobre el niño*

por Jacques Lacan


Estas dos notas manuscritas entregadas
por Jaques Lacan a la Sra. Jenny
Aubry en octubre de 1969, fueron publicadas
por primera vez por ella, con mi autorización,
en un libro suyo aparecido en 1983.
Jacques-Alain Miller


En la concepción que de él elabora Jacques Lacan, el síntoma del niño está en posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar.

El síntoma, y este es el hecho fundamental de la experiencia analítica, se define en este contexto como representante de la verdad.

El síntoma puede representar la verdad de la pareja familiar. Este es el caso más complejo pero también el más abierto a nuestras intervenciones.

La articulación se reduce mucho cuando el síntoma que llega a dominar compete a la subjetividad de la madre. Esta vez el niño está involucrado directamente como correlativo de un fantasma.

Cuando la distancia entre la identificación con el ideal del yo y parte tomada del deseo de la madre no tiene mediación (lo que asegura normalmente la función del padre), el niño queda expuesto a todas las capturas fantasmáticas. Se convierte en el “objeto” de la madre y su única función es entonces revelar la verdad de este objeto.

El niño realiza la presencia de eso que Jacques Lacan designa como objeto a en el fantasma.

Satura de este modo, sustituyéndose a ese objeto, el modo de falta en el que se especifica el deseo (de la madre), sea cual fuere la estructura especial de este deseo: neurótico, perverso o psicótico.

El niño aliena en él todo acceso posible de la madre a su propia verdad, dándole cuerpo, existencia e incluso la exigencia de ser protegido.

El síntoma somático le ofrece a este desconocimiento el máximo de garantías: es el recurso inagotable para, según los casos, dar fe de la culpa, servir de fetiche, encarnar un rechazo primordial.

En suma, en su relación dual con la madre el niño le da, como inmediatamente accesible, aquello que le falta al sujeto masculino: el objeto mismo de su existencia, apareciendo en lo real. Resulta de ello que en la medida misma de lo que presenta de real, estará expuesto a un mayor soborno en el fantasma.

Por lo que parece al ver el fracaso de las utopías comunitarias, la posición de Lacan nos recuerda la siguiente dimensión.

La función del residuo que sostiene (y a un tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades, resalta lo irreductible de una transmisión –perteneciente a un orden distinto al de la vida adecuada a la satisfacción de las necesidades- que es la de una constitución subjetiva, que implica la relación de un deseo que no sea anónimo.

Las funciones del padre y de la madre se juzgan según una tal necesidad. La de la Madre: en tanto sus cuidados están signados por un interés particularizado, así sea por la vía de sus propias carencias. La del padre, en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo.

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*Transcrito por José Vieyra del libro: Lacan, J. Intervenciones y textos 2, Manantial, Bs. As, 2007. p.p. 55-57


4 comentarios:

Anónimo dijo...

creo que falta parte del texto

José Vieyra dijo...

Este es el texto íntegro que aparece en el libro Intervenciones y textos 2, Manantial, Bs. As, 2007. p.p. 55-57.

La forma como redacta Lacan es bastante curiosa (escribe de él mismo en tercera persona) y puede parecer por momentos confusa, quizá por eso parece como si faltara.

Saludos

santiago dijo...

Muchas gracias!

Jorge Vallejo dijo...

Es verdar, José. Estuve buscando el texto en otras paginas porque a ojo rápido parece que quien escribe es otra persona.

Ya hasta que se lee 3, 4 5 veces se da cuenta por lo laberíntico de la redacción que, efectivamente, es Lacan quien escribe.