miércoles, 29 de julio de 2009

La acrópolis del inframundo

Las eras cosmogónicas están sujetas a leyes supranaturales, mas no casuales, pues al igual que el filósofo griego intuyó que una serie infinita de causas no puede existir; un tiempo eterno y fortuito en el que se llevan a cabo dichas causas es igualmente inconcebible.

Así, bajo la luz del cuarto sol y el amparo del cielo nocturno, apareció en el año ochocientos de la era cristiana, el reinado del señor del inframundo, quien veneraba respectivamente a dos deidades superiores a él mismo; la muerte y el invierno.

El señor del inframundo sacrificó durante su reinado a un súbdito cada amanecer. El sacrificio consistía en la decapitación de dicho ser, del cual, inmediatamente después de desprenderse su cabeza al resto del cuerpo, brotaban plumas de su cuello, en señal de esperanza y reconciliación entre el inframundo y las deidades.

De la acrópolis, se piensa que se construyó con el cuerpo descarnado de Ixbalanque, gemelo precioso que cayó en la oscuridad y se deslizó hasta el inframundo, en donde se recibió entre las danzas de la calavera y los cánticos guturales, al tiempo que el espejo humeante se desprendía de su cuerpo, del cual emanaban rizos de humo de sus extremidades.

Tras la caída, en el cielo quedó intacto el otro gemelo, aquél de horrible aspecto y fútil corazón, que hubo empujado a Ixbalanque al inframundo para gobernar sólo en el reino de la luz, ostentando pavorosamente su decorado de pescado del cual nunca se desprendió, hasta el día que encontró la muerte en manos, si aun puede llamárseles así a las abominables extremidades que pendían de los brazos de la deidad celeste, de nombre inconmensurable o tal vez infinito.

El reinado del inframundo, no obstante, pereció en poco tiempo, la pelea se vaticinó años antes, pero nunca con el desenlace obtenido. La muerte del señor con aspecto de enorme roedor, convocó confusión entre los habitantes de la acrópolis, que a la llegada del ejército occidente, no desistió hasta la caída total, cerca del año ochocientos setenta y cinco de nuestra era.

Se cree que dicha historia está más cerca de una mitología que de la verdad consabida en la época en que transcurrimos, empero, el nuevo señor del inframundo, espera ansioso su ascensión, que aunque a los ojos mortales parece lejano o acaso imposible, las deidades prometieron su reintegración en el undécimo sol, socavando y evidenciando lo baladí que puede parecer un mundo de raciocinio.

J.V.R.

domingo, 26 de julio de 2009

Del amor a los libros


por José Vieyra Rodríguez


El mejor compañero ante la adversidad es un libro
Dicho popular

En la mente mantengo al comenzar este escrito, al menos un par de cuentos y novelas contemporáneas que giran alrededor del culto a los libros; La biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, Fin del mundo del fin de Julio Cortázar, son los cuentos; las novelas son El club Dumas de Arturo Pérez-Reverte y El nombre de la Rosa de Umberto Eco. Aunque la disparidad entre los argumentos de estos escritos distan de ser comparables, encontramos un elemento en común: el libro como significante elemental sobre el cual se estructuran las historias.

El mismo Borges escribió un ensayo con el nombre Del culto a los libros (1951), en el que expone una tesis cultural acerca de la veneración a los libros en la época actual, la cual, subraya, es una época de la palabra escrita, se ha socavado en su totalidad la palabra oral que antaño era suficiente para transmitir y enseñar.

Comúnmente, a los coleccionistas de libros se les llama bibliófilos. Etimológicamente se podría decir que son quienes aman a los libros, o mejor aún, los amantes de los libros. Me da a pensar el porqué cuando se refiere con la misma desinencia a los pedófilos (amantes de los niños) o los zoofílicos (amantes de los animales) contienen éstos un estatuto de condena moral, una ética psiquiátrica se impone ante tal terminología. Quizá aquí la psiquiatría parte de la referencia al hecho de que el objeto sexual son los niños o animales para llegar al fin de la relación: el orgasmo. Sin embargo, me pregunto si acaso nadie ha tomado un libro del Marqués de Sade para leerlo a la par de la masturbación, por poner un ejemplo clásico de la literatura erótica.

Las conjeturas e ideas anteriores, se desprendieron a partir de un hecho que viví el día de hoy; adquirí, en un establecimiento de libros usados, la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, es la versión original en latín, contiene 800 páginas y data del año 1889.

Una alegría me invadió durante gran parte del día, es una satisfacción, la cual se limita a saber y tener la certeza de la importancia que mantiene este libro para cualquier conocedor y versado en los temas de filosofía o teología. Lo anterior no reduce el carácter inservible de dicho libro, pues probablemente no lo leeré completo en mi vida, se reducirá a estar en mi biblioteca y quizá consultarlo en alguna ocasión, acaso practicar la traducción del latín al español con él. Aun así, es una de mis mejores adquisiciones.

Por supuesto, en algún otro momento he intervenido a favor de lo inservible, y recuerdo a Julio Cortázar escribir que hay que “luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines prácticos” (Pérdida y recuperación de pelo, 1962), pero esto no evita el autocuestionamiento del porqué un libro puede ser más venerado y preciado que un celular o una camisa de marca de moda, a lo único que puedo responder, que es acaso una forma de vincularse y abrirse camino hacia las redes sociales, pues al final la valoración de mi libro me incluye dentro de una red social (por reducida que ésta sea) la cual me soporta como sujeto, creando una identidad y a la vez individualidad, así sea por posesiones, aspecto que quizá dejó de lado Borges al pensar en el libro, pero no al tener su biblioteca y enorgullecerse de sus lecturas.

viernes, 24 de julio de 2009


Mi puto pregunta.

¿Te acuerdas cuándo Alex Lora tocó para nosotros el blues de la llanta? ¿Te acuerdas cómo bailamos, yo sin camisa y tu brincando como loco? ¿Te acuerdas cuando, también al son del Tri, brincábamos en la explanada de los héroes? ¿Te acuerdas que después de ver al Tri, Luz la tetona llamaba al Valdo para saber dónde andaba aunque aún no eran novios? ¿Y que llegamos a la fiesta de Daniel, y hasta donde alcanzo a recordar agarramos una peda regular? ¿Te acuerdas la emoción que sentimos cuando pusieron el bar CHELSEA a unas cuadras de nuestra casa? ¿O cuando caminábamos con el Danielo y el Valdo hasta los tacos del hospital? ¿Te acuerdas del choque del taxi al finalizar el concierto del G3?

Dejo aflorar hoy al puto que tengo adentro, por más que esto se preste al albur, suelto una o dos lágrimas, por más que se siga prestando al albur, y te digo que yo también me acuerdo.

Ricardo (El puto) Rodríguez

Una vez, después de años volví a verla, me dijo que me amaba, le dije que yo también la amaba, pero ahora en su nuevo cuerpo, y me casé.

Ricardo Rodríguez

jueves, 16 de julio de 2009

Afectos infrecuentes


Tempranito, de mañana
con la luz multiplicada
en los reflejos infinitos
de esa mar,
voz de campana
donde el faro vigilante
pongo el sur rumbo a levante
voy en busca de esos puertos

donde no aviste recuerdos.
Fernando Delgadillo


Tengo trescientas cuarenta y cinco fotos suyas, en tres nos besamos en al boca, hay dos en que aparece desnuda de cuerpo y una decena en la que aparece de alma.

Hay una pared en mi alcoba que tiene rayado su nombre y dos palabras huecas desgastadas por las miradas indiscretas de quienes me visitan.

Existe doblado en mi librero un esbozo de un aprendiz de artista que la dibujó desnuda cuando ella se ganaba la vida de modelo.

También poseo unas cartas y postales que me envió de sus viajes, ésos a los que yo no fui aunque nunca supimos porqué.

Guardados están unos escritos íntimos de aquellos que se escriben los enamorados, tengo unos cuantos aunque no recuerdo su lugar exacto.

Las canciones dedicadas se han desplazado a otras miradas, los besos a otros rostros y las noches a otros brazos.

Los libros y mis escritos ahora los comento con alguien más debido a que los sueños mutaron irreconocibles para ambos.

El teatro me aparece sencillo y sin pasión, no está ella en el escenario como la conocí cuando era ajena.

Hoy se casa y me parece tan insípido el saberlo, que daría algo más, quizá un par de pesos por desearle algo al menos.

Por una afecto que tuviéramos cabalgando al lado nuestro, quisiera tenerlo, sin embargo, ex nihilo nihil fit.


J.V. R.