lunes, 28 de enero de 2008

¿Desea Usted?

por Ricardo Rodríguez


Hace algunos cuantos días, en un descanso habitual del trabajo, decidí hacer una visita a mi tienda de conveniencia más cercana, ubicada a escasos metros de mi locación laboral. Después de realizar mi compra, que generalmente comprende un café americano con 3 de crema y 3 de azúcar, me acerqué a la dependiente (dependienta, dirían los talibanes del discurso de género) para efectuar el pago correspondiente por el artículo que llevaba. En ese momento, al liquidar mi cuenta, la chica que me atendía realizó un movimiento sumamente agresivo y despiadado, preguntó, con seriedad notable, "¿Desea Usted donar 50 centavos para el Hospital Universitario?". Para el infortunio de la susodicha y de los mezquinos intereses fiscales y monetarios de las compañías que utilizan el redondeo en las compras como máscara para evadir impuestos, aún no terminaba su frase cuando tuve uno de esos momentos en los que te sientes iluminado, que trataré de explicar a continuación.

Uno de los ejes del sistema de cosas (dirían los adeptos a la organización sectaria de los testigos de Jehová, ante lo que cabe preguntarse ¿Qué sistema no es un sistema de cosas?, pero esa sería materia de otra larga disertación) actual en el que vivímos y que ha venido desarrollandose a lo largo de los tiempos (no me consta qué tan largos o qué tan tiempos son estos) es el referente al deseo. Una inquietante nota que recibí vía correo electrónico, decía cómo una pareja, en pleno acto sexual, llevaba a cabo prácticas que les permitían llevar su nivel de deseo más allá de lo "común", y es exactamente aquí donde veo la perversidad del rol que el deseo juega actualmente en nuestra sociedad, por definición capitalista. ¿Ya no es el sexo suficiente? puedes electrocutarte, como el ejemplo anteriormente citado, hasta que mueras. ¿Ya no es suficiente el dinero? Puedes desear donar tu dinero, hasta que te seques los bolsillos. Y qué bello es ver a una "tranzacional" capitalista realizando la dulce actividad altruísta de quitarte tus monedas. ¿Cómo puedes defenderte ante una pregunta tan violenta?¿Deseas donar?...

A este nivel se elimina cualquier dejo de humanísmo y de personalidad que pueda existir aún, la desgraciada estupidez que hunde lo humano dentro de la burda definición del deseo... trato de explicar: Justo en el momento en que articulo un claro y fuerte "NO", las miradas de los circundantes y de la cajera se vuelven como si estuvieran siendo asaltados, y es que lo que trato de llamar violento se queda corto al momento de que ahora resultas ser un "ser" a quien el altruísmo per se no le interesa (cosa que es socialmente aceptada, puedes ser un [ponga aquí su grupo segregado favorito] y no hay problema, pero como se te ocurra donar...), el problema para ellos no es si donas o no, el problema y lo realmente malévolo detrás de la pregunta formulada es ¿POR QUÉ NO DESEAS DONAR?, ¿Por qué no eres un ciudadano normal, con dinero y con deseos y parale de contar?¿Por qué insistes en ir a otro tipo de definiciones, no ves que no basta con donar? TIENES QUE DONAR, es el discurso que te impide darle una moneda al ciego a la puerta, pero que te lleva a dar tu dinero a "algo" tan abstracto como que cada semana cambia la pregunta asesina del quiero (pues el "quiero" se ve avasallado por el "deseo") a ¿Desea donar para [Y DE NUEVO ENTRAMOS AL DOMINIO DE LAS FÓRMULAS; DONDE SOLO HAY QUE SUSTITUÍR UN LUGAR COMÚN POR OTRO]?

Frívolo es el hecho de intentar hacerte sentir mal por no desear, por que ni siquiera estamos hablando de algo que se deseé por propia iniciativa, sino de un deseo impuesto, en el cual se pierde, incluso, el verdadero motivo (si es que lo hay) detrás de toda esta falacia ultra-capitalista. Probablemente el discurso económico-social debería quedarse al margen de la naturaleza del deseo, y llevar la definición del mismo hasta el super-hedonísmo Wildiano, donde lo que importa no es el deseo, ni la realización de un placer, sino llevar a cabo la experiencia en sí, sin mayores miramientos que hacer las cosas más por que se pueda que por que se quiera, y eso es precisamente lo que hace . Y si caémos (o nos elevamos, según la perspectiva) hasta éste punto ¿No podríamos decir que ha terminado nuestro alcance como humanos y que mejor sería dejar de lado nuestro caracter como tales y actuar solo por meros intereses económicos y, en raros casos, verdaderos intereses PERSONALES? ¿Cuál es el siguiente paso?¿Las cavernas?.

En lo personal, no puedo decir si es bueno o malo desear donar, de lo que no me cabe la menor duda es que no deberíamos ponderar la necesidad de un semejante (vamos, no entremos en discursos religioso-políticos para esta definición, que ya sabemos que es un lugar común en donde los haya) en términos de deseo, sino en términos de convicciones y de intenciones... No es posible juzgar en lo general el caracter de una donación, sea altruísta o no, ya que son demasiadas las implicaciones que este tipo de movimientos monetarios llevan (nótese que no he tocado ni siquiera por encima las ventajas fiscales que este tipo de actividades producen para las tiendas). Al igual que no es posible hacer un juicio mendigo por mendigo, en el cual sabemos que factores como la injusticia social y la falta de oportunidades son verdaderos agravantes de cada caso... pero, sí podemos hacer un juicio honesto contra nosotros mismos, y podemos encontrar al humano que un día constituyó nuesto ser sin las influencias perversas de lo que nos rodea y encontrar en él las respuestas ante los despiadados ataques de nuestro entorno, habremos conseguido un significativo avance...


Discriminación en nombre del género.
Programa Atenea



por José Vieyra Rodríguez


Hace apenas unos días se inició el Programa Atenea en el Distrito Federal, el cual creó autobuses exclusivos para brindar el servicio a mujeres solamente, al menos es la propuesta principal, pues se brindará también el servicio a varones con niños y a mujeres con sus hijos que estén estudiando como máximo secundaria.

Esta iniciativa supone que separando a las mujeres de los hombres (solos) en el sistema de transporte público del Distrito Federal, evitarán los acosos y abusos por parte de éstos hacia las mujeres, pues constantemente se ven agredidas por hombres que faltan al respeto, insultándolas, degradándolas o como se diría comunmente: pasándose de la raya.

Todas estas iniciativas se basan principalmente en una supuesta perspectiva de género, en donde la mayoría de los problemas sociales se ven reducidos a la anatomía del ser humano, es decir, suponen que la problemática y solución está en el sexo que nos tocó llevar. Me explico un poco más. Las personas que trabajan en estas propuestas y programas, que dicho sea de paso, siempre abogan (supuestamente) por el bien de las mujeres, creen solucionar los problemas socioculturales con paliativos evidentes, pero paliativos al fin, que ponen su énfasis en que el sexo que poseemos nos determina para pensar y actuar.

Creer que se reducirá el acoso hacia las mujeres creando transportes exclusivos para ellas es un error, es decir, probablemente se reducirá la prevalencia de acosos en transporte público, pero quedan varias preguntas al aire, ¿y el acoso antes de tomar el autobús y después de bajar de él? ¿sirve de algo derrochar dinero paliando problemas fuertes, pero sin solucionarlos? ¿cambia en algo nuestra manera de pensar al tener autobuses exclusivos para mujeres?

Intentaré responder estas preguntas, en la primera pues la respuesta es simple, el acoso fuera de los autobuses seguirá exactamente igual, es decir, buscan reducir el problema del acoso encapsulando a las mujeres en un pequeño mundo feliz. La segunda pregunta también es simple de contestar, sí y no, pues mientras sirve como una medida momentánea no funciona como una verdadera solución para eliminar el problema, lo único que logra es controlarlo en su pequeño margen de poder. Para mí la tercer pregunta es la más importante y difícil de responder, pues considero que crear cada vez más espacios exclusivos para hombres y mujeres lo único que hace es marcar las diferencias aún más.

Tener transporte exclusivo para mujeres (cual sanitarios rodantes) nos invita a pensar en que la lucha por la equidad de género está más lejos que nunca de ganarse. Se ha desvirtuado y perdido totalmente el objetivo y ahora más que nunca antes en la historia se remarcan las diferencias entre hombres y mujeres, y no sólo eso, nos impone una manera de pensar y actuar, ¿acaso ahora necesitamos de estas imposiciones para evitar perder la identidad sexual? Ahora en nombre de la perspectiva de género y los derechos humanos de las mujeres (sic) nos remarcan nuestro lugar a cada quién en la sociedad. Quiero decir que definitivamente estas propuestas marcan nuestra manera de pensar, y es que evidentemente la solución a un problema cultural siempre será la misma desde la miopía del género: hombres allá, mujeres acá, solución. Lo triste es que también los impulsores de todas estas iniciaticas hablan de equidad, cuando lo que se hace es ser menos equitativo cada vez. Es decir, se discrimina con base al género (como lo hacen sus odiadios machistas). Alguien que les avise que la discriminación es ahora cada vez mayor, discriminar es hacer una distinción, lo último que hacen estas acciones es promover una equidad de género.

Con el programa Atenea las mujeres indefensas esperan su autobús, los hombres acosadores esperan otro, sólo tengo una pregunta ¿cuál abordamos los que no somos ninguno de los dos casos anteriores?